Por César Campoy.
Pese a no contar con un numeroso listado de referencias editadas, este mago del saz siempre ha sido una fuente de inspiración indudable para los amantes de tan embriagador instrumento. La facilidad con que Muhamed Mešanović Hamić era capaz de brindar hipnóticos pasajes sonoros, difícilmente ha sido superada, en años posteriores, más que por contados maestros. Por supuesto, el eterno y magnífico Il’ je vedro, il’ oblačno tenía que formar parte de un repertorio sin desperdicio, de principio a fin. Lo incluyó, el artista, en su epé Pjeva uz saz (PGP RTB, 1967), continuación del vinilo de mismo título, editado un año antes por el mismo sello, y convertido en una de las piedras angulares del Sevdah contemporáneo, al incluir magistrales interpretaciones de Bogata sam imam svega, Na hastalu gori svijeća, Teško meni (jadnoj), u Saraj’vu sama (o samoj) y Oj međice, međice.

En los años siguientes, Muhamed siguió recuperando clásicos para pasarlos por su peculiar tamiz: De Što je život, a Pita Fata Halil-mejhandžiju, pasando por Tamburalo momče uz tamburu. En el caso que nos ocupa, aquel epé de tres temas (la composición principal ocupaba toda la cara A) estaba liderado por Na Bentbaši, na Babića bašči, y lo completaban Imao sam deset žena y un Il’ je vedro, il’ oblačno rebautizado como Je li vedro, il’ oblačno, il’ je tamna noć, que podríamos traducir como ¿Está claro o está nublado?, que fue recuperada en posteriores recopilaciones, y que es interpretada por Hamić como si mañana el sol se fuera a apagar para siempre. Todo suena bellamente arcaico. El artista introduce, brevemente, a toque de saz, e inmediatamente comienza a desgranar la historia, con ese registro tan llamativo. En las transiciones instrumentales deja muy claro su control absoluto de las cuerdas, logrando establecer una atmósfera cautivadora y repleta de alquimia, que va como anillo al dedo a un texto que es una maravilla. Comienza con una serie de preguntas: «¿Está claro o nublado, hay noche oscura, hay sol o luna, o un día despejado?«. La respuesta la hallamos de inmediato: «Ni está despejado, ni nublado, ni hay noche oscura. Es Sokolović, el joven Ibrahim-bey«. La siguiente frase varía según versiones, pero, en resumidas cuentas, la cosa no pinta bien porque, por lo visto, Ibrahim está enamorado de la sultana: «‘Dime, Zulka, dime, querida: ¿Qué soy para ti?’. ‘Eres, Ibro, el sol radiante que nos ilumina’«.

Curiosamente, el final de Il’ je vedro, il’ oblačno se presta a varias interpretaciones. La versión, digamos, académica, establece ese «Dime, Zulka» («Reci, Zulko«) y la respuesta «Tú eres, Ibro» («Ti si, Ibro«). Es la corriente respetada, sin ir más lejos, por Hašim Muharemović en su sencillo de 1977, o por Behka i Ljuca. No obstante, algunas ejecuciones, como la de (curioso: los dos montenegrinos) Ksenija Cicvarić (la primera, en 1965) y Mirko Rondović (en su elepé Blago tebi, cvijet karanfile, de 1982), eliminan directamente esa estrofa, mientras que otra, como la que se marcó Alma Bandić en el disco Bosnia: Echoes from an endangered world (Smithsonian Folkways, 1993), establece que Zulka protagoniza ambas sentencias (eso sí, cantando «Kaži, Zulko«, en lugar de «Reci, Zulko«).

El primer registro sonoro del que tenemos constancia, el llevado a cabo por Zaim Imamović (encabezaba Kahvu mi, draga ispeci), de 1963, y que contaba con la connivencia de la Narodni Ansambl de Ismet Alajbegović Šerbo, es un verdadero ejercicio de respiración, de más de seis minutos, finiquitado a partir de una tercera vía: «Kaži, Zulko» y «Ti si, Ibro«. Es la utilizada, también, por nuestro Hamić, Kadira Čano, Hanka Paldum, Meho Puzić, Božo Vrećo (en su maravilloso elepé Moj Sevdah, interpretado, íntegramente a capela), o Emina Zečaj, en su larga duración Traditional bosnian songs (Gramofon, 2003).

Ese mismo año, precisamente, el mago del electro-pop bosnio, Adi Lukovac, incluyó una actualizadísima y remozada versión, con la ayuda de Brano Jakubović, a partir de las voces de Emina y el actor Mario Drmać. Formaba parte de la banda sonora del filme Remake, de Dino Mustafić. En él, en una de las escenas más dramáticas y difícilmente digeribles, el preso interpretado por Drmać es obligado, por sus torturadores, a interpretar esta irrepetible Il’ je vedro, il’ oblačno. El contraste entre la belleza sonora y lo que sucede a continuación es aterrador, pero contribuyó a convertir, esta pieza, en todo un himno, incluso para las nuevas generaciones, vivan de lo Sevdah, o no. Incluso artistas foráneos, como el británico Jah Wobble (sí, el de Public Image Ltd.), o Kultur Shock, la banda norteamericana que mezcla ritmos balcánicos con punk y metal, han querido decir la suya.