Por César Campoy.
En ocasiones, el grado de finura de la delgada línea entre una sevdalinka y la tradicional canción de kafana (esa vetusta taberna balcánica tomada por el alcohol, el humo y los quejidos sonoros) es tal que se presta a acalorado y eterno debate (si puede ser, precisamente, en una kafana, mejor que mejor). De hecho, hay quien afirma que la sevdalinka podría considerarse un género inscrito en el universo de la tonada de taberna. Por contra, otras voces estiman que esta última estaría varios escalones por debajo, en cuanto a calidad o grado de prestigio, en comparación con la primera.

Nedeljko también tuvo juventud
Los casos son muchos, pero, ya que nos disponemos a desmenuzar parte de la trayectoria de este artista de Bugojno (Bosnia Central), utilizaremos la figura de Bilkić como ejemplo. Nedeljko nació en 1941, en plena guerra mundial. Su propio padre falleció durante la contienda y, pese a que se graduó en Ingeniería Mecánica, desde pequeño su vida estuvo ligada a la música; es lo que mamó en su casa. De hecho, en el mismo Belgrado, donde cursó sus estudios universitarios, inició su senda sonora frecuentando la radio pública de la capital y acudiendo a diversas escuelas para educar su valiosa, pero desbocada voz. Le costó algo entrar en el circuito tradicional, y hacerse un hueco entre las vacas sagradas. Pero fue una de ellas, el mismísimo Safet Isović (como siempre ha recordado el propio Bilkić), quien un día le echó el ojo y ofreció a su familia un millón de dinares para que aquel joven pudiera financiarse esa necesaria educación. «Gracias por la oferta, pero tenemos suficiente dinero y nosotros nos encargaremos de ello. Tus palabras de ánimo, Safet, valen más que ese millón de dinares», respondió uno de sus hermanos.

Todo por la patria
A principios de la década de 1960, aquel mozalbete ya había hecho los deberes, y en el sello belgradense PGP RTB lo tuvieron muy claro. Con ellos comenzó a publicar sus primeras referencias y, pronto, al ver que muchas de las grandes creaciones de nuevo cuño, como era de prever, tan solo eran asignadas a las gargantas más célebres, le echó coraje y se aventuró a componer sin descanso. A los pocos meses de iniciar, oficialmente, su carrera profesional, Nedeljko ya estaba grabando sus propios temas. De hecho, llegaría a cincelar centenares de ellos, y muchos acabarían dándole más de una alegría. En ese listado (no nos habíamos olvidado) nos topamos con varios que se mecen entre los territorios de la sevdalinka y la canción de kafana (nuestro amigo era un verdadero experto en moverse por tan disputado filo). Tal vez el más conocido sea el popularísimo Krčma u planini, ideado junto a Miroslav Čonkić. Nos hallamos ante un ejemplo de manual a la hora de debatirnos entre ambos géneros. En ocasiones no es sencillo decidirse por una u otra nomenclatura, ya que muchas canciones de kafana fueron compuestas al más puro estilo sevdalinka.
Por cierto, ¿se han fijado en la orquesta que acompaña en esta actuación a Bilkić? Efectivamente, se trata de la Ansambl Radojke i Tineta Živkovića; el magnífico combo liderado por una Radojka que, desde muy joven, aprendió los secretos del acordeón de su padre, Tihomir Tomić, al que, en un principio, no le hizo mucha gracia que su hija se zambullera en los revueltos mares de tan mágico instrumento («es demasiado masculino», se justificaba). La pasmosa habilidad con la cual se desenvolvía aquella niña, y el hecho de que se alzara con el triunfo en la primera competición yugoslava de acordeonistas de Kragujevac (¡con tan solo 12 años!) hizo recapacitar a aquel hombre. Unos años después, Radojka se casaba con Tine Živković, que pasaría a convertirse en su segundo de a bordo. A partir de aquí, ambos se consolidarían, además de como dignísimos intérpretes y compositores, como reputados docentes y organizadores de saraos musicales. Nedeljko unió, durante mucho tiempo (tal vez, los mejores años de su carrera), su destino al de la genial Radojka y los suyos. Y con ellos registró, entre otros, el título que hoy nos ocupa, y cuya historia no deja de ser curiosa.

Radojka y Tine, juntos por siempre
Habíamos dejado a nuestro protagonista, a principios de la década de los 60 del siglo pasado, ya asomando la cabeza en el competido firmamento de la canción popular. Cuentan las crónicas que, allá por 1965, propusieron al casi intocable Isović que pusiera voz a un tema creado por el más grande compositor que vio nacer el universo Sevdah el siglo pasado: el incomparable Rade Jovanović. La pieza llevaba por nombre Ne pitaj me, stara majko. «Es demasiado triste; no lo veo», afirmó Safet, sin miramientos. Ambos (Isović y Jovanović) venían de triunfar en el Festival de Ilidža (en 1964), con la siempre reivindicable Jablani se povijaju. La opción B (o C) era un Bilkić que aceptó el reto de buen grado. ¿El resultado? Máximo reconocimiento en esa edición de 1965, y consolidación definitiva de ambos. La vida sonreía a un Nedeljko que, pronto, encontró en la también cantante Dušica Stefanović su compañera de viaje, tanto personal, como (eventualmente) profesional. A partir de ahí se convirtió en una de las voces más laureadas de Yugoslavia (ha seguido grabando, incluso, durante este siglo, y ahora vive en Belgrado tras residir tres lustros en Canadá), merced a temas como el mencionado Krčma u planini, adosado, de por vida, a la corteza cerebral de millones de personas, y registrada por artistas de varias generaciones, incluidas las más recientes. Sin ir más lejos, el siempre sorprendente Nenad Vasilić se desmarcó, en 2001, con una revisión de lo más pizpireta.

Nedeljko y Dušica
Pero regresemos a nuestra bella Ne pitaj me, stara majko. Su edición física coincidió con el triunfo en aquel Festival de Ilidža de 1965. Como era de prever, la publicación corrió a cargo de PGP RTB (su fiel sello), y los arreglos fueron cosa de una inefable Radojka Živković, asesora musical de cabecera de Nedeljko durante mucho tiempo. El epé, titulado Melodije Ilidže, se completaba con las interpretaciones de Srce moje samo zna za tugu, a cargo de Nada Mamula; del Koranka kolo, vía Sava Jeremić, y el Nova dubravka kolo, servido por (efectivamente), el Ansambl Radojke i Tineta Živkovića, que también se encargaba de los arreglos y la instrumentación de todo el disco.

Melodías de Ilidža
Nedeljko recuperaría esta grabación en 1972, en un elepé compartido, precisamente, con su mujer, Dušica, en el cual ambos se repartían cara A y cara B, y recopilaban algunos de sus mejores temas. En los años siguientes, como era de ley, seguirían nuevas reediciones de este clásico. Entre ellas, la que podemos encontrar en el larga duración Veseli se srce moje (1975), o la presente en el casete compartido, de 1976, titulado (así es) Ne pitaj me, stara majko (Pesme koje ste voleli 3), junto a Biserka Mišić, Gvozden Radičević, Vera Ivković, Safet Isović, Lepa Lukić, Žika Nikolić y Mira Vasiljević.

Contraportada histórica
En 1980, no obstante, se marcará una nueva revisión del tema en su elepé Narodni melos Bosne in Hercegovine. Eso sí, contó, otra vez, con la colaboración de la Ansambl Radojke i Tineta Živkovića. Los arreglos, de hecho, corrieron a cargo de Radojka y el propio Nedeljko. Como adivinarán, el sello (en este caso, el esloveno ZKP RTVL), aprovechó esta grabación en posteriores recopilatorios, como el publicado en 1988 (Biseri Sevdaha 3). Más recientemente (en 2002), NP Music repescaba esta interpretación para su interesante compilación Najljepše Sevdalinke 2, en la cual también podíamos encontrar voces de la talla de Josipa Lisac (Omer beže), Šaban Šaulić (Tužno vjetri gorom viju), Emina Zečaj (Bujrum uđi Pašinice mlada), Salem Trebo (Mi smo momci Sarajlije), Zehra Deović (Gdje si, dragi, živa željo moja), Kadira Čano (Bademe, drvo), Vida Pavlović (Snijeg pade, drumi zapadoše), Zekerijah Đezić (Razbolje se šimšir list), Nada Mamula (Mošćanice, vodo plemenita), Hamid Ragipović Besko (Oj djevojko, jesi li zaspala) o Ksenija Cicvarić (Sitna knjiga na žalosti).

Nuevos tiempos, nueva versión
Por cierto, ahora que ya andamos tan familiarizados con esta composición que anda embelesándonos hoy, cabe recordar que no hemos de confundirla, ni con el Ne pitaj me, majko que, entre otros, interpretó el propio Safet Isović; ni con el Ne pitaj me, moja majko mila, popularizada por Lepa Lukić; ni con el Ne pitaj me, majko moja, del dúo Torbica–Petrović, ni, sobre todo, con el tema del mismo título, Ne pitaj me, stara majko, compuesto por Zaim Imamović e interpretado por Hamid Ragipović Besko, el mismísimo Zaim, o su hijo, Nedžad.

Siempre solicitado
El título de esta bella tonada podría ser traducido como No me preguntes, mi vieja madre. El texto tiene un regusto amargo, teniendo en cuenta que el protagonista de nuestra historia anda herido de mal de amores, y, por ello, un tanto perdido, e, incluso, buscando refugio en la rakija y el vino que tan alegremente sirven en las recurrentes kafanas: «No me preguntes, mi vieja madre, cuando llego tarde, dónde estaba, dónde pasé la noche«. Nedeljko nos habla de un corazón en busca de paz, de amaneceres eternos, del refugio que puede llegar a suponer el melancólico sonido del violín de un viejo gitano. «Perdóname, madre, por las lágrimas derramadas cada noche mientras me esperas«, sentencia nuestro desorientado personaje, aunque, al final, lanza un mensaje de esperanza: «No te aflijas, no sufras […], porque el amor surgirá de nuevo en mi corazón, y entonces podrás dormir«.

Mi bigote es colosal
Todo este torbellino es mostrado al oyente con un sentimiento y una delicadeza dignos de elogio. Los dedos de Radojka no cesan de corretear por su acordeón. Es algo que comprobamos desde el primer segundo de la grabación. Ella es la que se marca una introducción que sorprende por su brevedad, y que da paso a la modulada voz de un Nedeljko que, sin plantearse demasiadas florituras ni concesiones, mantiene el tipo sin apenas despeinarse, afrontando los cambios de ritmo e intensidad con fiabilidad. Varias son, por otra parte (y teniendo en cuenta la extensa duración de nuestro tema), las transiciones instrumentales. La intermedia, que vive de los tonos agudos, marca uno de los momentos más intensos, y muestra la senda que ha de seguir Bilkić hasta encaminarse hacia un final nada ampuloso, también de libro, con parón incluido y acorde ceremonioso.

El día que Safet se tragó su orgullo
En cuanto a posteriores versiones de este Ne pitaj me, stara majko, tan solo destacaremos una, sobre todo, por el tremendo simbolismo que encierra. En 1980, finalmente, cautivo y desarmado, Safet Isović, uno de los pilares indiscutibles del género, se tragaba su orgullo y, 15 años después de haberla rechazado (evidentemente, había errado en su decisión, aunque al bueno de Safet, precisamente, lo que le sobran, son grandes éxitos grabados), se reencontraba con tan triste pieza. A golpe de chorro de voz (no podía ser de otra manera), entraba en el estudio y, vía Diskoton, afrontaba el reto (el disco llevaba por título Malenim sokakom ne prolazim više) con el apoyo, nada más y nada menos, que de la Narodni Orkestar RTV Sarajevo y del inolvidable Ismet Alajbegović-Šerbo. «Ya que nos ponemos…», pensaría el intocable Isović.