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Por César Campoy.

No se calienten la cabeza. Por mucho que se esfuercen, es posible que no encuentren información, ni de este tema, ni de esta señora. Incomprensible, ¿verdad? Ese mismo sentimiento de injusticia viene amargándonos la existencia a nosotros desde hace varios años, cuando descubrimos la enigmática e hipnótica voz de Rejhana Osmančević, además, interpretando un tema tan mágico y arrebatador como este Haj, bejturane. De esta artista nacida en Banja Luka ya apuntamos algunas pinceladas biográficas cuando nos ocupamos de otra de sus cimas interpretativas: Halka kuca na vratima. Sin ir más lejos, que dos de los grandes compositores e intérpretes del género, Jozo Penava y Jovica Petković, la trataron con mimo, conscientes de su innegable valía, hasta que, desconsolados, vieron como, tras casarse, a principios de los 70, acababa abandonando un mundo, el de la música, que, cuando trató de retomarlo, ya no se mostró tan receptivo.

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Un epé indispensable

A lo largo de su breve carrera, Rejhana registró composiciones de autores tan celebrados como  los propios Petković y Penava, Nikola Škrba, Zaim Imamović, Irfan Ajanović, Dragan Popović, Safet Kafedžić o Ratomir Petković. Bajo nuestro punto de vista, fue, con el primerizo epé Pjesme iz Bosne pjeva, con el cual llegó, cantó y venció. Un vinilo, como adivinarán, en el cual se encuentra el Haj, bejturane que hoy analizamos; una canción que, algunas voces, identifican como pieza tradicional del folclore serbio, aunque, si rebuscamos, también la encontramos en la mayoría de cancioneros sobre Sevdah que existen. Eso sí, y aquí radica la trampa, no lo haremos si nos obsesionamos con el título que nos ocupa, sino si optamos por lanzarnos a la caza de Bejturane, Bog T’ ubio grane. Es, bajo esta leyenda, como descubriremos que esta composición, cuyo autor se desconoce, se ha prestado, a lo largo de las décadas, a la sana costumbre del manoseo musical.

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Aquí la tenemos

Así pues, si nos ponemos, seremos capaces de toparnos con variaciones (de diferente extensión y con diferente letra), de cantantes como Ksenija Cicvarić, Mira Torbica, Emina Zečaj (junto al amigo Jovica) o una Velinka Grgurević que, posiblemente, fue una de las primeras voces en grabar este tema. Estas revisiones propuestas son, tan solo, una pequeña muestra de las posibilidades que ofrece Haj, bejturane. Y, cada una de ellas, fíjense ante qué criatura nos hallamos, es diferente a las demás.

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La joven Rejhana

Por lo que respecta a la interpretación de la Osmančević, como avanzábamos, se encuentra localizada en aquel epé, Pjesme iz Bosne pjeva, publicado por Jugoton en 1964. Un vinilo que se abría con la también magnífica Halka kuca na vratima, a la que seguían nuestra Haj, bejturane, Alija se do jezera krade y Ti se, majko, sa mnom halali. Tanto la primera como la última son composiciones de Petković, con texto de Škrba, otro habitual del género, y letrista de numerosas sevdalinkas. Las otras dos aparecen firmadas como temas provenientes del legado histórico, de creador desconocido. Es el propio Jovica, junto a su orquesta, quien acompaña a Rejhana durante toda la grabación, sin duda, una de las más recomendables del género, de la década de los 60 del siglo pasado.

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Jovica, en 1964

Y, en ella, así es, junto a Halka kuca na vratima, sobresale nuestra protagonista de hoy, una canción cuya curiosa letra hace referencia a una de sus protagonistas: el ajenjo (bejturana, en bosnio). Esta planta, bastante común en la región, es la encargada, al convertirse en narradora, de describirnos una historia repleta de secretos, protagonizada por una persona con cuatro amantes, y una madre que lo ignora todo.

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Azemina, satisfecha

La interpretación que se marca la Osmančević, todo hay que decirlo, es una verdadera bestialidad. Ya lo apuntamos con anterioridad: El registro de esta artista es de un melodramatismo agridulce que abruma. Ese tono tan grave, próximo al de la reina Mamula, es capaz de provocar escalofríos en el ser más insensible del planeta. Mención aparte, por supuesto, merece la sapiencia mostrada por el maestro Petković, virtuoso como pocos. Suya es la angustiosa entrada, que da paso a una Rejhana cuya voz llora (reparen en como alarga ese «ubio grane» inicial). No obstante, pese a ese evidente pesar, un abrumador aire de dignidad sobrevuela toda la pieza. Inmediatamente, el primero de los solos que se marca Jovica: hipnótico, orgulloso (¿oyen el golpe de las teclas?), regio… Retorna nuestra intérprete con la segunda estrofa («Niti cvateš«), mientras el acordeón se marca unas sutiles pinceladas de transición (¿lo han notado?). Osmančević se va viniendo arriba, y tira de chorro de voz sin compasión, mientras el resto del texto va sirviéndose sin prisa alguna, con dolor, con ese ritmo pesado y triste, hasta que, sin aspavientos, sobreviene el final. Tan solo varios segundos después somos capaces de reaccionar.

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La mirada perdida de Kadira

En cuanto a otras interpretaciones de esta joya, nosotros nos quedamos con la registrada, en 1973, por Azemina Grbić, bajo la tutela del sello Diskos. En la línea de la grabada por Rejhana, ¿saben quién se encargó de los arreglos? Exacto, el señor Petković. Catorce años después, fue Kadira Čano quien se lanzó a la piscina, e incluyó una más relajada versión en su disco Svi mi kažu da moj dragi laže (Velkaton). Aquí, el supervisor fue Ismet Alajbegović Šerbo, en connivencia con la orquesta de la radiotelevisión de Velika Kladuša. El último de los homenajes recomendables vino dado por un Damir Imamović que la incluyó en su mítico disco Svrzina kuća, grabado, en directo en uno de los lugares más bellos de Sarajevo (la casa-museo de Svrzo), y publicado en 2011. Su interpretación, apoyada en voz y guitarra, no deja indiferente.

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