Por César Campoy.
Las apariencias engañan. Justo en este momento nos topamos con una pieza muy peculiar, cuya estructura y filosofía musical, en apariencia pizpiretas, acaban desconcertando al oyente cuando repara en su letra, basada en un texto realmente inquietante. Existen varias interpretaciones de este Sedamdeset i dva dana, pero nosotros hemos optado por la del inmenso Zaim Imamović porque, tal vez, es la más sobria y constante. Del gran Zaim, como ya hemos comentado en alguna que otra ocasión, padre y abuelo de destacados intérpretes y difusores de lo Sevdah, poco más podemos añadir a lo ya apuntado desde Sevdalinkas.
En cuanto al tema que hoy analizamos, podemos encontrarlo, dentro del extenso repertorio de nuestro intérprete, sin ir más lejos, en una grabación titulada Bosanske Narodne Pjesme i Plesovi, también conocida en el mercado internacional como Bosnian Folk Songs And Dances. Se trata de una de las entregas de la serie fonográfica Yugoslav Folk Songs And Dances, editada por Jugoton, popularizada desde los 50 del siglo XX, y caracterizada por un marcado carácter exportador, ya que estos discos eran distribuidos en muchas partes del mundo, e, incluso, reeditados en países como los Estados Unidos bajo otras marcas. De hecho, el sello establecido en California, Slav-Art Music, extrajo el tema que nos ocupa (en la cara B) para editar un sencillo encabezado por el instrumental Čarlama, un kolo (danza tradicional) interpretado por Ismet Alajbegović Šerbo, del que hablaremos inmediatamente.
El elepé en el que aparecía la revisión de Imamović constaba de ocho temas, y en él podíamos encontrar otros clásicos del género como la enigmática Sarajevo, divno mjesto o el mítico Kad ja pođoh na Bembašu. Grabada en 1956, evidentemente, los registros de Zaim son los de un joven que todavía está perfilando su voz, aunque ya muestra una clara maestría para modular sus transiciones entre graves y agudos. Los sonidos virtuosos y característicos de acordeón fueron cosa de, efectivamente, Ismet Alajbegović Šerbo, el grandioso maestro que, como ya hemos analizado en diversas ocasiones, además de trabajar con Zaim, también lo hizo con gigantes de la sevdalinka como Zehra Deović, Zora Dubljević, o Muhamed Pašić Mašura. Todo un seguro de vida, y un mago de las teclas, capaz de llenar un tema entero, tan sólo, con su acordeón. En la grabación, además, también participó la orquesta Tamburaški Zbor de Sava Mihajlović.
Pero es cuando nos sumergimos a traducir este Sedamdeset i dva dana, cuyo significado en castellano sería Setenta y dos días, cuando realmente somos conscientes de la verdadera trascendencia y significado de esta canción, y sus arreglos y alegres sones comienzan a adquirir un toque agridulce e, incluso, siniestro. Al parecer nuestro protagonista fue abandonado hace exactamente 72 días por su amada. El despechado, ultrajado y obsesionado mozalbete, cuenta los días en un estado de angustia tal que lanza un mensaje desesperado a la que, otrora, le hizo feliz. Asegura que tiene una herida que le está consumiendo el corazón, que no es una herida producida por una enfermedad, sino por la tristeza y el dolor. Acto seguido, mira hacia atrás y le echa en cara a quien un día fue su pareja, que, cuando llegó a él, le prometió que le sería fiel y que no le dejaría. Aquellas palabras, obviamente, se las llevó el viento.
Hasta aquí, la versión de Zaim. No obstante, existen otras muchas revisiones que, o bien cambian algunas estrofas de la letra, o bien añaden un par de frases al final que, tal vez, en aquella ocasión decidieron eliminarse debido a su controvertido contenido, ya que remataban la canción con un «coge una pistola y mátame, y que nadie más pueda amarme«. Tan siniestra sentencia puede escucharse, como hemos avanzado, en otras grabaciones, en las que también podemos escuchar otras perlas del estilo «cada herida de mi corazón me seguirá hasta la tumba«.
Comprenderán que, una vez descifrado el texto, afrontemos la parte musical desde otra perspectiva menos optimista. No obstante, resulta curioso ese contrapunto entre ambos elementos de esta curiosa sevdalinka. La simpática introducción, que marca la melodía principal a seguir, es cosa del acordeón de Ismet Alajbegović Šerbo, que sigue acompañando a la voz de Imamović. Entre estrofa y estrofa, se produce la pausa de la voz, que es aprovechada por el instrumento del maestro Šerbo para establecer las transiciones y dar buena cuenta de su virtuosismo a las teclas. Así, a partir de un ritmo rápido, casi trepidante, sin respiros, llegamos a una recta final marcada por una leve ralentización.
Además de Zaim, otras figuras de la canción yugoslava también se atrevieron con este Sedamdeset i dva dana. Nedeljko Bilkić lo hizo en el epé que encabezaba Sviće, Sviće, editado por PGP RTB en 1967. Tal vez se trate de una de las interpretaciones más conocidas. Hablamos de una versión muy parecida a la que nos ocupa, aunque tal vez un poco más festiva, pese a que su letra incluye la frase que hace alusión al asesinato consentido. Ya iniciado el siglo XXI, Mostar Sevdah Reunion, en su afán por recuperar los títulos más conocidos y populares del género, se marcaban, en su disco Emina, una revisión muy en la línea de la filosofía del conjunto: repleta de swing.
E, incluso mucho más recientemente, el internacionalísimo (sobre todo) actor y cantante balcánico Rade Šerbedžija publicó el disco Ponekad dolazim, ponekad odlazim, junto al destacadísimo guitarrista Miroslav Tadić, a través del sello Croatia Records (2010). En él se desmarcaba con una muy particular e íntima versión de este clásico. Precisamente, y en conexión con este disco, el propio Rade encabezó, ese mismo 2010, el reparto de la cinta croata (¿adivinan?) Sedamdeset i dva dana, dirigida por su hijo, Danilo, y con un reparto de altura entre el que podíamos encontrar nombres básicos del cine de los balcanes del último medio siglo como los de Krešimir Mikić, Bogdan Diklić, Dejan Aćimović, Nebojša Glogovac o Dragan Nikolić.