Por César Campoy.
Junto a pilares instrumentistas de la talla de Amir Haskić, Hašim Muharemović o Selim Salihović, Muhamed Mešanović-Hamić integra la columna vertical indiscutible e inapelable del saz en los Balcanes. Un instrumento reivindicado, de nuevo, en los últimos lustros por artistas de diferentes generaciones como pueden ser Ćamil Metiljević, Damir Imamović, Amira Medunjanin o Jusuf Brkić, y del cual ya ofrecimos una modesta pero, estimamos, didáctica introducción desde estas mismas páginas, en las que, en breve, nos toparemos con nuevas e innovadoras maneras de abordar tan mágico instrumento.
Nacido y fallecido (antes de cumplir los 50 años) en Sarajevo, posiblemente sea Muhamed uno de los intérpretes de saz menos reconocidos públicamente, aunque, eso sí, tremendamente admirado por los entendidos del género. Amigo intimísimo del incomparable Zaim Imamović, fue a través de este último como entró en contacto con la industria musical; sobre todo con las indispensables Radio Sarajevo y Radio Belgrado. De hecho, llegó a grabar algunos temas compuestos por aquél, como Sarajevo pjesmom opjevano u Ostavljen sam već odavno.

Un disco para la historia
No son muchas las grabaciones registradas por Hamić (la mayoría, editadas por Jugoton, PGP RTB y Beograd Disk). Eso sí, todas ellas están repletas de una indudable maestría que, en ocasiones, adquiere una dimensión espiritual e hipnótica increíble. Su peculiar voz (como mandan los cánones, rodeada de un halo nasal y agudez de manual) sincronizaba a la perfección con la línea melódica del saz, algo realmente complicado de lograr. En cuanto al tema que nos ocupa, el embriagador Oj medjice, medjice, son contadísimas las versiones que se conocen pese a su condición de pieza tradicional cuyo origen, como suele suceder en estos casos, es prácticamente desconocido. Una cosa sí está clara: Sus características, prácticamente, obligan a quien se quiera enfrentar a ella a hacerlo únicamente a partir del binomio voz-saz.
El bueno de Muhamed lo hizo en 1966, con la connivencia del mencionado sello belgradense PGP RTB, cuando se decidió a grabar uno de los epés más trascendentales, ya no sólo de la historia del saz contemporáneo, sino también de la sevdalinka. Se trata del compuesto por los temas Bogata sam imam svega, Na hastalu gori svijeća, Teško meni u Sarajvu sama (o samoj) y, por supuesto, nuestro protagonista de hoy. La magna trascendencia de este vinilo, que precisamente ahora cumple medio siglo de vida es tal, que las máximas figuras del considerado nuevo Sevdah se han encargado de recuperarlas, dándole una nueva dimensión, a todas y cada una de ellas. Aquel disco (rotulado, como otros muchos de Mešanović con el original título de Cantando con saz) es un verdadero billete a otra dimensión. Desnudo y crudo hasta límites insospechados, dependiendo del estado de ánimo del oyente, sus efectos pueden llegar a ser verdaderamente alucinógenos. Consciente de lo que había hecho (o, tal vez, no) el mago Muhamed volvió a conseguir tocar el cielo, echando mano de sus dos magníficos instrumentos, en alguna que otra ocasión como cuando se marcó un gigante Sinoć sam ti Safo que, como era de prever, llegó a ser revisitado, hace pocos años, por el mismísimo Damir Imamović.

Cantando con saz, mucho mejor
El título de este Oj medjice, medjice podría a traducirse como Oh orilla, orilla (la palabra medja-međa, viene a ser algo así como linde o frontera). Su letra es, prácticamente, tan inquietante como su instrumentación, y está repleta de dobles sentidos y metáforas. En un ejercicio inapelable que pretende poner a prueba la condición humana, el intérprete en cuestión asegura que no se zambulle en el agua para hundirse, sino para ver quién se apiadará de él y le sacará de allí. Por lo visto, cuando llega su hermano se limita a tirar una piedra e irse. Cuando es su hermana la que se acerca, llora, y ahueca el ala. Tan sólo cuando llega su amado, la cosa parece tener pinta de solucionarse, ya que es él quien lanza una red al agua, para que nuestra víctima potencial se agarre y pueda llegar hasta la orilla. Entenderán ustedes que la dimensión del texto se las trae. Así que, si la unimos a la esencia primera del saz, tendremos un combinado de relajantes y, hasta cierto punto equívocos efectos divagadores. Tras una brevísima introducción, tanto voz como saz van recitando el texto que ya conocemos. Lo hacen de manera cadenciosa y tremendamente agridulce. Si se fijan, la particular manera de tocar de Hamić hace que, en ocasiones, parezca que son varios los instrumentos que han participado en la grabación. Lo apreciamos, sobre todo, al final de cada una de las estrofas, en las mínimas transiciones. Si cierran los ojos y se dejan llevar por tan evidente efecto hipnótico, podrán meterse sin problemas en la situación que se nos narra. Eso sí, saldrán de ella abruptamente, ya que este tema se resuelve, como suele ocurrir en estos casos, de manera seca y contundente.
En cuanto a otras versiones destacadas de este Oj medjice, medjice, tan sólo consideramos justo recomendar la escucha de la llevada a cabo por Damir Imamović (sin duda, influido a lo largo de su carrera por los magos del saz), en formato trío, y registrada en 2008 en aquel disco en directo titulado Abrašević Live. En aquel momento, el nieto de Zaim buscaba, en compañía de Edvin Hadžić y Vanja Radoja, una senda más próximas al blues y al jazz. Hoy, efectivamente, la ruta ha variado sensiblemente aunque, eso sí , y como siempre, ha seguido teniendo el concepto sevdalinka siempre en el horizonte. Por cierto, otro de los maestros a los que el promio Damir ha querido recuperar no hace mucho tiempo, el mencionado Ćamil Metiljević, incluyó este Oj medjice, medjice en Umjetnost saza, un memorable tratado de saz tradicional grabado en pleno siglo XXI.
Hvala lijepo: Marc.