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Por César Campoy.

Hay temas del universo Sevdah que, por muchas vueltas que les des, sabes que están felizmente condenados a ser interpretados a pelo: Vía saz y voz. Que tan sólo de esta manera, a la antigua, su esencia verdadera podrá ser mostrada, y digerida con el sentimiento y la emoción necesarios. Dunjaluče, golem ti si, es uno de ellos. Así se ha difundido a lo largo de los tiempos, y así se ha mantenido hasta nuestros días. Y gran parte de culpa la han tenido esos contados pero enormes intérpretes de tan peculiar y ancestral instrumento: De Muhamed Mešanović Hamić a Selim Salihović o Amir Haskić, pasando por Avdo Lemeš, Hašim Muharemović o el bueno de Ćamil Metiljević, que es en quien centramos, hoy, nuestras miradas.

El artesano Metiljević, por Imrana Kapetanović

El artesano Metiljević, por Imrana Kapetanović

Nacido a mediados del siglo pasado en la localidad bosnia de Hrasnica, Ćamil está considerado una de las leyendas vivas del saz, no sólo como ejecutante, sino también como artesano, recuperador e impulsor de su esencia. Cuentan que, siendo un adolescente, alguien le regaló uno de estos instrumentos rotos, que él, con mimo, reparó. Desde entonces, su vida ha estado unida a uno de los elementos indiscutibles de la música tradicional balcánica, en su vertiente más oriental. Allá donde ha viajado (ya sea a una aldea remota de su país, o a festivales en lugares tan dispares como Italia o los Estados Unidos), el bueno de Metiljević ha defendido con dignidad y maestría tan bello arte, en compañía, sin ir más lejos, de grandes figuras como la diosa Emina Zečaj. En los gloriosos archivos de Radio Sarajevo han quedado registradas muchas de sus interpretaciones.

En 2014, un viejo conocido de Sevdalinkas, Damir Imamović (uno de los más celebrados adaptadores de lo Sevdah a nuestros días), ya había demostrado su buen hacer a la hora de tratar de plasmar, con la guitarra clásica, elementos inconfundibles del saz. Damir, compositor, intérprete y divulgador de la sevdalinka, llevaba tiempo empapándose de la esencia primera con magos como Muharemović y el propio Ćamil. Con este último, finalmente, decidió emprender una bella aventura: Registrar, en el taller que nuestro protagonista tiene en su pueblo, y con la colaboración del técnico Dobrivoje Milijanović, un total de catorce piezas, de ayer y de hoy, en las que la voz y, sobre todo, el saz, son los protagonistas absolutos. Una magna criatura, titulada Umjetnost saza, fue el resultado. Un disco imprescindible, que acabó produciendo el mismo Imamović.

Umjetnost saza, el disco

Umjetnost saza, el disco

En este contexto nos topamos con este bello Dunjaluče, golem ti si, cuyo título podría traducirse como Oh, mundo, qué grande eres, una nueva muestra del «centralismo» que la enigmática ciudad de Sarajevo ha jugado, históricamente, en la historia de la música de la zona. De hecho, este tema se convierte en una evidentísima loa a las maravillas (visuales, espirituales) de tan especial urbe. Realizando un repaso por algunos de los barrios y rincones del enclave, la composición es una verdadera reivindicación de aquello por lo que, durante siglos, fue conocida Sarajevo en todo el mundo: su condición de villa cosmopolita protectora de la convivencia multicultural.

Cuenta la leyenda que, hace mucho tiempo, un buen día, a Sarajevo, vía Travnik, con órdenes directas de Estambul, llegó un decreto tajante que ordenaba apresar y castigar severamente, de una vez por todas, a Ibro y Pašo Morić, dos jóvenes y escurridizos hermanos que, en el siglo XVIII, llevaron por la calle de la amargura a buena parte de las fuerzas otomanas que ocupaban Bosnia. Se les acusaba de ser unos forajidos, y de moverse por aquellos andurriales como Pedro por su casa. Existen diversas versiones de esta narración, pero podríamos resumir el asunto en que, para acabar con sus correrías, se ordenó a unos aguerridos soldados encontrar, cercar y capturar a ambos jóvenes. Así se hizo, y los Morić fueron hechos presos y llevados a Sarajevo.

En la Mezquita de Gazi Husrev-bey de Sarajevo

En la mezquita de Gazi Husrev-bey de Sarajevo

Allí, en aquel preciso momento, la madre de ambos se encontraba cocinando burek, hasta que alguien le avisó de que sus vástagos llegaban escoltados portando grilletes. Aterrorizada, la mujer lo dejó todo y recorrió las calles Sarači y Kovači desesperada, acusando, a grito pelado, a los comerciantes del casco antiguo de Sarajevo, de no haber hecho nada por defender a aquellos dos mozalbetes que tanto habían luchado contra la dominación turca.

Cuando llegó al lugar donde se encontraba el oficial que los mantenía cautivos le pidió que, al menos, liberara a uno de sus hijos. «¿Qué quieres a cambio?», le preguntó entre sollozos, pero desde la dignidad. El sujeto, altanero, le contestó: «Liberaré a los dos, y a cambio de nada». No obstante, el rufián no hizo más que engañar a la sufrida mujer, para conseguir apaciguar los ánimos exaltados de la población. Siguió conduciendo a los Morić hasta su destino fatal cuando, de repente, uno de ellos, Ibro, pidió que le fueran liberadas sus manos y entregado un saz para cantar una canción de despedida a su querida Sarajevo. Así se hizo, y entonó una sonata que heló la sangre de todos los allí presentes y que, se supone, se convirtió en inspiración de la composición que nos ocupa y que reza algo así: «Sarajevo, te muestras bella. Baščaršija, tú eres rica. Y, Vratnik, tú eres heroico. Bistrik, tú eres empinado. Ćemaluša, tú eres larga. Latinluk, tú eres delgado. Bezistan, tú eres oscura. Tašlihan, tú eres amplio. Pequeña Mara, tú eres bella. Tú nos diste mucho de beber, y nos protegiste de los enemigos«.

Tras ser encarcelados, y con nocturnidad, el capitán turco ordenó que los hermanos fueran llevados ante él. Con un cordón de seda mandó estrangular a Pašo, ante Ibro, y le preguntó: «¿Lo sientes por tu hermano?». Él contesto: «Sí, pero mucho más por mi madre». Impasible, el ruin mandamás hizo ahogar también a Ibro. Sus cuerpos fueron abandonados a las puertas de prisión, y dos cañonazos retumbaron en Sarajevo. La madre, temiéndose lo peor, corrió hasta allí y lloró hasta que su corazón estalló de dolor, frente a los cadáveres de sus hijos, cuyos cuellos, todavía calientes, estaban adornados por dos cordones de seda.

Selim Salihović, grande entre los grandes

Selim Salihović, grande entre los grandes

Como podrán comprobar, esta narración es el todo definitivo, el contexto del cual se extrajo la letra de la sevdalinka que nos ocupa. Diversos investigadores y grandes compositores (entre ellos, el mismísimo Béla Bartók) han desmenuzado con tesón la historia completa en la que nos hemos recreado y, por ejemplo, han llegado a la conclusión de que aquella Mara a la que Ibro cantaba, podría ser la dueña de la taberna a la que los dos jóvenes acudían con demasiada asiduidad, y en la que, en más de una ocasión, encontraron refugio mientras huían de los soldados turcos. ¿Dónde estaría localizada? No es seguro. Lo que sí afirman algunas fuentes es que la posada construida en la calle Sarači, en 1551, que todavía se encuentra en pie y que llegó a convertirse en un famosísimo complejo con capacidad para más de 300 viajeros y 70 caballos, en sus trayectos por los Balcanes, acabó recibiendo el nombre de Morića Han en honor a los valerosos (y algo golfillos) hermanos.

En cuanto a la interpretación que nos ocupa, pocas objeciones se tercian ante la magistral manera que Metiljević tiene de ejecutar el saz. La breve y habitual introducción da paso al recitar de tan emotiva letra. Como mandan los cánones, nuestro protagonista, al igual que la práctica totalidad de los maestros del artilugio, canta siguiendo las notas en cuestión, al unísono, junto al instrumento. No se exige, a este tipo de intérprete, genialidad vocal incuestionable, sino que dicho fraseo, en muchas ocasiones, brindado a partir de una voz nasal, suponga la práctica fusión entre ambos elementos. En el caso de Ćamil, esa nasalidad es menos evidente, aunque su registro cumple todos los requisitos del de los dioses del saz. Precisamente el que convierte esta versión en una deliciosamente agridulce inspiración que nos invita a recrear las aventuras y desventuras vividas por los Morić, así como ese instante patético, en que Ibro, seguro de la suerte que va a correr, se despide de esa amada ciudad en la que ha vivido mil y una correrías.

La elegancia del Doctor Polovina

La elegancia del Doctor Polovina

Avdo Lemeš, en su disco Aman jada od akšama do sabaha ya dio buena cuenta de este Dunjaluče, golem ti si, acompañado de su saz pero, también, de algunos sutiles elementos en forma de colchón. Lo mismo hizo Sejo Pitić, en esta ocasión, a golpe de guitarra, en una correcta versión en la que la voz tenía más protagonismo.

No obstante, todos coincidiremos en que la revisión más celebrada fue registrada, a inicios de los 70 del siglo pasado, por dos verdaderos monstruos de lo Sevdah. En 1972, y a través del sello Jugoton, veía la luz el disco Narodne pjesme iz Bosne i Hercegovine, que incluía, como ustedes adivinarán, varios clásicos del folclore del país. A la voz encontrábamos, nada más y nada menos que al inimitable y venerado Himzo Polovina. Junto a él, el grandioso Selim Salihović, intérprete particular donde los haya, cuya manera de ejecutar es tan hipnótica como embriagadora. También habitual de Radio Sarajevo, grabó con los mejores, y ha pasado a la historia merced a su rotundidad y contundencia. En esta versión, se une al Doctor que, casi desnudo, y sin orquestaciones ni florituras, construye una obra de arte vocal a partir de su particular registro. La televisión nacional, por supuesto, inmortalizó dicho encuentro en un documento impagable, en el que ambos maestros lucen traje típico mientras contemplan, desde las alturas, la bella e inacabable Sarajevo. En este mismo disco, el propio Salihović prestó su saz a Polovina en otro tema, el también delicado, Širi mjesec po Igmanu zrake, mientras que el resto de canciones contó con la orquestación del siempre solvente Ratomir Petković.

En torno al devenir de los hermanos Morić existen otras piezas musicales, más o menos contemporáneas, más o menos afortunadas, más o menos relacionadas con el universo Sevdah. Alguna de ellas, incluso, en los últimos años, ha pasado a formar parte del listado de temas musicales de marcado acento patriótico, teniendo en cuenta la esencia heroica de los jóvenes, y su simbología de resistencia frente al invasor. Esa, no obstante, es otra historia.

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