Por César Campoy.
Cuando Josipa Lisac, una de las artistas más creativas, emprendedoras y revolucionarias que dio Yugoslavia, se lanzó, de cabeza, al complicado océano de la sevdalinka, llevaba ya unos cuantos años demostrando que la palabra conformismo nunca había formado parte de su diccionario personal. Apenas hay estilo que haya abordado que se le resistiera. Tras haber militado en diversas formaciones, y publicar varios sencillos en solitario, en 1973 había firmado uno de los discos capitales de la música moderna del país: Dnevnik jedne ljubavi (Jugoton). Sin pensárselo mucho, e inspirada por la figura de una de sus voces más admiradas, Nada Mamula, la croata decidió abrir uno más de sus ocurrentes paréntesis, y rendir pleitesía a la tradición sonora bosnia, publicando un sencillo en el cual convivirían Niz polje idu, babo, sejmeni y, abriendo la criatura, el clásico Omer-beže (también conocido como Omer-beže na kuli sjeđaše). Y no se anduvo con tonterías, la Lisac. Le dijo al mítico Ratomir Petković que agarrara su acordeón y su orquesta, y se fuera para el estudio, y allí comenzó a gestarse un vinilo repleto de fuerza y sentimiento, bajo el amparo de Jugoton. El músico iba a ser el encargado, también, de idear unos magnos arreglos que irían, del misticismo de Niz polje idu, babo, sejmeni, a la cascada sin freno de nuestra Omer-beže.
Pese a lo que los más agoreros pudieran intuir, el proyecto fue bastante respetuoso con la tradición. No valía la pena meterse en experimentos absurdos porque, aquí, la ruptura estaba asegurada con el tremendo torrente de voz que Josipa siempre se ha gastado. Reparen en esa introducción premonitoria, a base de acordeón y violín, en la cual el contrabajo va repartiendo mamporros a diestro y siniestro. Sin duda, se convierte en una magnífica tarjeta de presentación que avanza que, lo que se avecina, tan solo puede tener que ver con lo festivo, lo optimista. La entrada de Lisac lo confirma: orgullo, pasión, fervor… y todo a partir de un registro que pocos aficionados al género podrán poner en duda. Modulación correcta, respiración perfecta. Casi cuatro minutos en los cuales la artista coquetea con las pinceladas brindadas por el acordeón, mientras, con esos finales de frase tan épicos, la deja botando para que los diferentes instrumentos se luzcan en las transiciones.
En el imaginario colectivo permanecerá, para siempre, una actuación televisiva en la cual, Josipa, ataviada con un llamativo peinado y un traje plateado, se come el plató, la cámara y todo lo que se le ponga delante. Sin duda, desde entonces, su interpretación pasó a la historia como una de las más recomendables de tan bella pieza. De hecho, esta pista ha figurado en varios recopilatorios en torno a los sonidos tradicionales de la región. En ellos, Josipa ha compartido créditos con los más grandes del Sevdah. Por algo será, y mucho tiene que ver este Omer-beže que nos traslada hasta la época en la que el Imperio Otomano regía los destinos del territorio Bosnio. Sentado en la torre, como un señor, se encontraba el bey Omer, con su amada en su regazo. De pronto, sin venir a cuento, escuchamos: «Mi fiel amor, me voy a casar con otra«. La respuesta es, prácticamente, instantánea: «Hazlo. Me alegro, mi amor. Yo también me caso«. Esta vendría a ser una de las versiones existentes. Podemos encontrar otra que varía el sentido ya que, a la frase «Mi fiel amor, me voy a casar contigo«, le sigue un: «Yo me casaré antes«.
Como apuntábamos, Josipa siempre tuvo a Nada Mamula como uno de sus referentes. Estamos segurísimos de que la croata se sabía, de memoria, las incontables grabaciones que la dama del Sevdah había ido realizando, de Omer-beže, desde mediados de siglo. De hecho, posiblemente fuera la serbia (aunque sarajevita de adopción), la primera en registrarla en un estudio. Hablamos del sencillo encabezado, precisamente, por Omer-beže na kuli sjeđaše, y que completaba la tristísima Oj Vrbasu, vodo ladna. Vio la luz en 1958, gracias a Jugoton (un año antes apareció en la recopilación colectiva Jugoslavija u pjesmi i plesu), y el acordeón era cosa de Darko Lukač. En 1960, en otra colección sobre los sones tradicionales yugoslavos, Od Bohinja do Ohrida (Jugoton), volvíamos a toparnos con una nueva revisión de Nada, ahora, en compañía de Ismet Alajbegović Šerbo. No sería la última (ni mucho menos). En 1964 aparecía en las estanterías uno de los epés más imprescindibles de la cantante, ahora, bajo el manto de PGP RTB y la orquesta de Žarko Milanović. Lideraba, faltaría más, una interpretación señorial e insuperable de Omer-beže na kuli sjeđaše, y le seguían Niz polje idu, babo, sejmeni (¿recuerdan la cara B del vinilo de Josipa?), el Sve behara i sve cvjeta (de Škrba e Imamović) y Mene majka neguje i gleda.
Ha habido más figuras que no quisieron dejar pasar la ocasión de subirse al carro de tan preciada pieza. Mersa Miljković lo hizo, al menos, en dos ocasiones, junto a Krešo Filipčić: en 1974, en su disco Narodne pjesme (RTV Ljubljana), y, en 1982, en Biseri narodne muzike (Suzy). No obstante, los más tradicionalistas siempre recordarán los diversos homenajes que se vino marcando, tanto en vivo como en estudio, Safet Isović, veloces y huracanados, aunque tampoco hemos de olvidarnos de los tributos surgidos durante este siglo XXI. Dos de ellos se editaron en 2011 y están protagonizados, por una parte, por Divanhana y Vanja Muhović (en su disco Dert), y, por otra, por la gran Amira Medunjanin, incluida en aquel certero Amulette, en el cual contó con la inestimable ayuda de Bojan Zulfikarpašić para construir una pizpireta revisión.