Por César Campoy.
La obra de Amira Medunjanin, a la que ya hemos visitado en diversas ocasiones, es una de las más fértiles e interesantes de la corriente que, desde finales del siglo XX, ha venido dedicándose a investigar y tirar de reciclaje para recuperar de manera digna, actualizada, vanguardista y respetuosa, el folclore de los Balcanes. La sarajevita, faltaría más, se ha sumergido en las profundas aguas de lo Sevdah, pero también ha optado por desenterrar y poner al día, en compañía de grandes instrumentistas de la zona, melodías de la mayoría de los pueblos que formaron parte de Yugoslavia. De Amira supimos en Sevdalinkas gracias a aquella certera reinterpretación del clásico Mujo djogu po mejdanu, y volvimos a tirar de su exquisito saber hacer, a partir de la maravillosa adaptación que se marcó del mítico Zajdi, zajdi. Y esta última composición, precisamente, nos sirve de excusa para dar paso a la protagonista de hoy. De nuevo, se trata de un tema de esencia macedonia y, por lo tanto, no estaríamos hablando de una sevdalinka pura y dura, aunque, a estas alturas de la película, el lector ya sabrá que optamos por permitirnos algunas licencias cuando la ocasión lo merece.

Hace unos cuantos años, en Debar
Ésta es una de ellas. Amira ha sido (y sigue siendo) capaz, de dotar de tal capa de elegancia y prestancia a cualquier composición a la que se enfrente, que uno acaba por desterrar caprichosos prejuicios, y no queda otra que sentarse y admirar la sorprendente manera con que la Medunjanin aborda diferentes estilos para conferirles una personalidad propia y definitiva. Con este Jano mori, como avanzábamos, casi un himno nacional en Macedonia, nuestra protagonista echó el resto, a la hora de afrontar una de las piezas más sentidas de la zona, revisada, a lo largo de la historia, con un grado de respeto supino, por los más grandes intérpretes de aquel país, cuyo origen lo encontramos en la localidad de Debar, cerca de la frontera con Albania.
Amira decidió rendir su particular homenaje a nuestro Jano mori a principios de esta década. Fue entonces cuando vio la luz uno de sus discos más celebrados y recomendados, Amulette. Con la inestimable ayuda de su gran amigo el magnífico pianista Bojan Z (también contó con la colaboración de, entre otros, Vlatko Stefanovski), que se encargó de los arreglos y la producción, la diva bosnia se marcó una colección de joyas de ayer y de hoy pasadas por el filtro del vanguardismo bien entendido, bebiendo del riesgo en más de una ocasión. Además de por Jano mori, tan sólo por esa apertura a partir de la sobria Bele ruže, o esa desconcertante reinvención del Grana od bora, ya vale la pena plantearse una genuflexión ante este Amulette.

Amulette, el disco
En cuanto al significado del texto, resulta harto complicado delimitar un sentido definitivo, pero es evidente que nos hallamos ante una triste historia. Alguien se está dirigiendo a una joven (en este caso, llamada Jana) que, al parecer, es atractiva y, suponemos, viene siendo deseada por la mayoría de paisanos así como el gobernante turco del lugar (el bey o beg). Podríamos presuponer que Jana trabaja en una posada, y que cocina para comensales habituales y visitantes esporádicos, o que lo hace en la casa de dicho potentado turco. Suele hacerlo, casi siempre, a base de un menú en el que el burek o el pastel y el pollo son las opciones más comunes.
Esa noche, no obstante, la joven ha decidido cocinar un delicioso y tierno cordero lechal. Hasta no hace muchas décadas, comer este manjar suponía una especie de última voluntad, o de lujo esporádico. La mayoría de la población comía carne o, al menos, este tipo de carne, una vez al mes (como mucho). Es muy posible que el caprichoso bey anduviera cortejando a la doncella, y en los últimos tiempos se hubiera mostrado demasiado insistente, que ella no anduviera muy por la labor, y que, preocupada, angustiada y asustada ante tamaño acoso, hubiera decidido calmarle con un irresistible manjar para desviar su atención. Mientras, éste, insistente, pregunta a Jana por qué se muestra tan esquiva, por qué se va, por qué no le habla, y por qué le niega su sonrisa. La situación, efectivamente, no es excesivamente beneficiosa para la pobre joven.

Amira y Bojan: Un dúo más que dinámico
Por lo que respecta a la interpretación que nos ocupa, el valiente de Bojan Z decidió, junto a la Medunjanin, aprovechar el elemento sentimental que emana de Jano mori para construir una pieza de, nada más y nada menos que más de siete minutos, en los que piano y voz son los principales protagonistas. La combinación Bojan–Amira, hoy por hoy, es una de las más incontestables que se pueden encontrar en la música balcánica. La supina calidad vocal de la segunda y la infinita imaginación del primero han conseguido cimentar las bases de un dúo, hoy por hoy, prácticamente insuperable. En esta interpretación, casi sin avisar, y de manera progresiva, es precisamente el piano el que crea una atmósfera pacífica y serena, en la que Amira decide sumergirse con calma, sin prisa, alargando las frases y modulando con gran maestría. Recién superado el segundo minuto de canción, apreciamos, dentro del espíritu cadencioso de la criatura, un ligero incremento emocional, que poco después decae para dar paso a un cristalino solo de piano marca de la casa. La cantante retorna para evidenciar una nueva marca emotiva, que perdurará hasta la larga recta final en la que voz y piano acaban desembocando en un pequeño torbellino, para nada artificioso, que fenece casi de manera abrupta.

Aquí, Kiril echó el resto
A cualquier ciudadano de cierta edad de la antigua Yugoslavia al que se le pregunte por el tema que nos ocupa, inmediatamente, le vendrá a la cabeza el nombre de Kiril Mančevski, una de las voces macedonias más queridas. Él fue el encargado de registrar, a mediados de los 60 del siglo pasado, tal vez, la versión más conocida de Jano mori. Lo hizo, faltaría más, con la connivencia del sello Jugoton, en un reconocidísimo epé que encabezaba nuestra protagonista de hoy. La dramática y agridulce interpretación de Kiril, a partir de ese timbre de voz tan particular, es capaz de provocar escalofríos a cualquier ser humano de bien.
Como era de prever, no fue éste el único artista macedonio que se atrevió con una de las piezas tradicionales más sentidas del folclore de aquel país. El afamado (y ya mencionado) guitarrista Vlatko Stefanovski, auténtico impulsor el rock étnico en la región desde mediados de 1970, líder de Leb i Sol y compositor de bandas sonoras, también ha abordado en repetidas ocasiones esta pieza, sobre todo, en compañía del también mago de las seis cuerdas Miroslav Tadić. Este último ya lo hizo en aquel disco de 1988, Bracha, y ambos volvieron juntos a enfrentarse a la partitura en grabaciones como Krushevo o el recordado Live in Belgrade.
El inmenso Branimir Johnny Štulić, líder de la banda de rock croata más importante de todos los tiempos, Azra, como ya sabrán, nació en Skopje. Como también conocerán, a lo largo de su dilatada carrera, y fruto de su imparable incontinencia creativa, tuvo tiempo para recuperar composiciones tradicionales de los pueblos que integraban Yugoslavia. Por supuesto, también se atrevió con la esencia macedonia y, sin ir más lejos, en aquel Anali de 1995, integrado por nada menos que medio centenar de cortes, Jano mori también encontró su sitio, merced a una particularísima interpretación del gran Štulić.

Stefanovski y Tadić, en estado puro
Más recientemente, en 2006, otra de las más ilustres representantes de lo que se podía llamar la nueva música étnica, Bilja Krstić, junto a Bistrik, editaba Tarpoš, una referencia indiscutible para entender las nuevas corrientes que gustan de mezclar lo clásico con lo moderno. Su Jano sevdalino, como podrán comprobar, es, sencillamente, mágico.
No obstante, si antes hablábamos de generaciones más maduras, poner sobre la mesa en una conversación con cualquier ciudadano macedonio de menos de 30 años el título de la canción que hoy analizamos, supone obtener una respuesta inmediata: El malogrado Toše Proeski, auténtica estrella de la canción en los Balcanes, que, ya convertido en mito, falleció en un accidente de tráfico en 2007, cuando contaba 26 años.
Este corto pero reputado listado, como comprenderán, sirve para certificar la magnitud de la creación abordada en esta ocasión. Una verdadera joya y una auténtica obra de arte.
Hvala lijepo: Ana Ardiff, Vanessa, Marc.