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Por César Campoy.

Comenzaremos dejando las cosas muy claras desde el principio, para que nadie tenga la tentación de llevarse las manos a la cabeza: Zajdi, zajdi, también conocida como Zajdi, zajdi, jasno sonce, no es una sevdalinka al uso, pura. De hecho, habrá quien asegure tajante que ni tan siquiera es una sevdalinka. Efectivamente, esta grandiosa pieza, auténtico tesoro de la tradición sonora de los Balcanes, tiene su origen en Macedonia, donde es, prácticamente, un símbolo cultural. De hecho, si cruzan la frontera hacia el Este, incluso los búlgaros les dirán que, realmente, se trata de uno de sus tesoros más preciados.

Dicho esto, ustedes se preguntarán (o no) por qué hemos decidido incorporarla a nuestra familia de Sevdalinkas. Muy sencillo: Porque la consideramos una de las piezas más sublimes del arte de la región, y porque sobre ella han creado fantásticas versiones artistas de varios pueblos balcánicos, entre ellos, dos representantes del espíritu Sevdah tan representativos y contemporáneos como Amira Medunjanin o Mostar Sevdah Reunion, que unieron su talento y fuerza interpretativa en la creación de una maravillosa reconstrucción de este tema.

Amira, orgullosa, con su 'Rosa'

Amira, orgullosa, con su ‘Rosa’

Al contrario que la mayoría de las piezas que venimos abordando en Sevdalinkas, Zajdi, zajdi no es una composición ancestral, cuyos orígenes y creadores se desconocen. Eso sí, sobre las fuentes en las que bebe hay diversas teorías. Fue ideada por Aleksandar Sarievski, un cantante y compositor macedonio, nacido en 1922, auténtico héroe nacional en su país debido a la defensa y promoción de la herencia cultural de su pueblo, que, además, contribuyó a la fundación del inapelable grupo folclórico Tanec.

Originalmente, el tema, curiosamente, y teniendo en cuenta la repercusión que tuvo posteriormente (hasta nuestros días), no encabezó ningún vinilo, sino que formó parte, como primer corte de la cara B, del EP en el que mandaba Podigni si bre neveste dulačeto, y que también incluía Dojde gluvčeto y Ne mi sedi kokono. Editado en 1965 por el potente sello PGP RTB de la radiotelevisión belgradense, acompañó al bueno de Sarievski la Ansambl Angela Nančevskog. Aquella sentida y tristísima interpretación de Zajdi, zajdi, jasno sonce, emocionó a propios y extraños, y el propio Aleksandar siguió brindándola al respetable hasta los últimos años de su vida. Por supuesto, inmediatamente fueron muchos otros los que también se lanzaron a abordar tan complicada pieza.

Aleksandar, satisfecho del trabajo bien hecho

Aleksandar, satisfecho del trabajo bien hecho

Como ya avanzamos en otra entrada de Sevdalinkas, Amira Medunjanin comenzó a maravillar al respetable a raíz de su participación en el disco A Secret Gate (2003, Snail Records) de Mostar Sevdah Reunion. Inmediatamente, el ideólogo del proyecto, y compositor, instrumentista y productor Dragi Šestić tuvo muy claro que aquella inquietante voz debía adquirir un protagonismo mayor, y tanto él como parte de su banda arroparon a Amira en la gestación de su primer larga duración, un sorprendente Rosa (2005, Snail Records), que incluía revisiones de clásicos de la música popular balcánica en general, y bosnia en particular; entre ellos, este Zajdi, zajdi, una muestra más de que la Medunjanin se atreve con piezas de todos los pueblos de la región y, además, con lenguas que forman o han formado parte del acervo histórico-cultural de la mayoría de aquellos países, entre ellas, el ladino.

El propio Sarievski reconoció que parte de la letra de Zajdi, zajdi, jasno sonce está inspirada en la pieza tradicional Černej, goro, černej, sestro, además del Žali, goro, crni, sestro. Existe una versión en serbo-croata, pero, como mandan los cánones, la propia Amira optó por el texto original en macedonio, cuya traducción podría ser Acuéstate, acuéstate, sol resplandeciente. El avispado lector-oyente adivinará que la letra no es, precisamente, alegre. Efectivamente, se trata de una especie de canto desgarrado y triste a la naturaleza (el sol, la luna, el bosque…) llorando por la vida que pasa sin remisión. La recta final del texto es, realmente, conmovedora: «Compartamos nuestro dolor, bosque; tú, por tus hojas que has perdido, yo, por mi juventud. Tus hojas, hermano bosque, volverán; mi juventud, no lo hará».

Segura de sí misma

Segura de sí misma

Tanto en las diferentes versiones de Sarievski, como en las de muchos artistas macedonios, evidentemente, influenciados por la tradición sonora del país, los instrumentos de viento, y más en concreto, el clarinete, adquieren un protagonismo esencial, casi básico. Amira y Dragi Šestić, conscientes de que sus derroteros son otros, y tienen que ver más con la puesta al día de los sonidos populares, optaron por una revisión que mira a lo sofisticado de manera evidente. Sin duda, el piano se convierte en indiscutible protagonista, junto a la maravillosa voz de la Medunjanin. Ambos discurren con elegancia y elevada carga emocional por esa llamativa y grandiosa alternancia de acordes mayores y menores que se convierten en la excusa perfecta para provocar en el respetable sensaciones tan a flor de piel. Ligeras, pero efectivas, pinceladas a base de instrumentos de viento (y una cuerda casi oculta), contribuyen a elevar la tensión en un estudiado y delicado crescendo que se produce en la segunda parte de la canción. La recta final, justo cuando Amira inicia la tercera frase, es de una desazón y melancolía atronadoras, y es capaz de derrumbar al más insensible. Toda una delicia.

Sobre otras revisiones con solera, cualquier macedonio o todo aquel que comulgue con la cultura de aquel país se indignaría si no comentáramos que, tal vez, la interpretación de Toše Proeski es una de las más recordadas y míticas, pese a haber sido grabada iniciado el siglo XXI. La muerte en accidente de tráfico de esta joven voz, convertida en promesa masiva en toda la región, convirtió a Proeski en un auténtico mito en su país (contaba, tan sólo, 26 años), y la práctica totalidad de sus grabaciones son consideradas, por algunos, preciados tesoros, debido a su calidad vocal. Indiscutiblemente, su interpretación de la pieza que nos ocupa es realmente emotiva (esa recta final), al igual que la de la serbia Jelena Tomašević (también, reciente), que hace gala de unas cualidades vocales dignas, y es acompañada por una instrumentación y arreglos de mucha altura.

Postales macedonias

Postales macedonias

Ambos homenajes a Zajdi, zajdi, como otros de origen y desarrollo tan variado como los de Boban Marković Orkestar (a base de fanfarria, faltaría más), el gran maestro del clarinete Boki Milošević, o uno de los renovadores imprescindibles de las sonoridades balcánicas, el siempre inmenso Bojan Z, llevados a cabo, casi todos, en los últimos lustros, confirman nuestra teoría de que el tema que nos ocupa sigue siendo una de las composiciones más respetadas de los Balcanes. De hecho, existe un dicho sobre esta canción y su difícil ejecución: Un artista no sabe si es artista verdadero y su voz vale la pena, hasta que se enfrenta a Zajdi, zajdi, y sale airoso.

Lo que sí está claro es que el magnetismo que desprende esta hipnotizadora melodía cautiva, cautivó y seguirá cautivando a artistas del más variado pelaje. Y, si no, que se lo digan a Smak, la imprescindible banda yugoslava de rock progresivo, que en su disco Zašto ne volim sneg de 1981 se marcó una épica revisión de nuestra homenajeada, que siguió formando parte, en reuniones recientes de la formación, de su repertorio en directo, y que su guitarrista, Radomir Mihailović Točak, todavía bajo el embrujo de su melodía, también volvió a grabar para incluirla en la banda sonora de Byzantine Blue. Y les aseguramos que, éstos son, tan sólo, unos contadísimos ejemplos de la pasión por Zajdi, zajdi desde su nacimiento.

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