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Por César Campoy.

Como el aficionado al género ya sabrá, la mayoría de sevdalinkas que perduran lo son de autoría anónima. Bueno, es cierto, anónima, hasta cierto punto, ya que sus letras fueron cinceladas, y sus melodías, estructuradas, por alguien. Populares podría ser el término adecuado. Esta es una muestra más del calado que los sones tradicionales han tenido, a lo largo de la historia, en un pueblo entregado a uno de sus tesoros culturales más importantes. Unos sones que, desde su gestación (en ocasiones, propiciada por los propios ciudadanos, de ahí, su dificultad para catalogar su origen), han ido evolucionando. Eso explica la cantidad de piezas con idéntica o parecida melodía, pero dispares textos, repletos de variaciones o localismos, adaptados al contexto y momento específico. Tan enraizado está el universo de lo Sevdah en la sociedad que lo cultiva, que en algunos tratados, algunas de esas piezas, incluso las gestadas en pleno siglo XX, y cuya autoría es conocida, aparecen huérfanas, reconvertidas, ya, en parte del ADN del pueblo; adoptadas y reivindicadas por una masa ávida de sentirse parte (global) de un magnífico legado.

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Bašagić, hecho un pincel.

A lo largo de la andadura de Sevalinkas hemos insistido en la pasión que el género despertó, también, en las élites culturales de la región. Numerosos textos de grandes de las letras como Aleksa Šantić o Musa Ćazim Ćatić pasaron a formar parte, un día, del numeroso catálogo sonoro nacional. En este caso, el elegido no es otro que Safvet-beg Bašagić. Poca broma. Nacido en 1870 en la localidad de Nevesinje, en la zona de Trebinje, al sur de Bosnia-Herzegovina (en la actualidad, enclavado en la República Srpska), nuestro amigo está considerado, nada más y nada menos, que el padre del Renacimiento Bosnio. Sus poemas son uno de los tesoros culturales más admirados por unos compatriotas orgullosos de un tipo hiperactivo que, entre otras cosas, fundó el periódico Behar (junto a los también intelectuales Edhem Mulabdić y Osman Nuri Hadžić), y, en 1903, la prestigiosa sociedad cultural Gajret.

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«Carta a nuestros lectores y suscriptores».

Además, Mirza Safvet (como también se le conocía), se educó, como un señor, en Viena (allí estudió lenguas orientales), y dio clases en la Universidad de Zagreb. En definitiva, lo tenía todo y no paraba, porque también ejerció de traductor, de restaurador en el Museo Arqueológico de Sarajevo, así como de presidente de la Asamblea de Bosnia. Todo ello, y mucho más, antes de fallecer, en 1934, en la capital bosnia. Desde hace años, la propia UNESCO ha reconocido la indudable importancia de su legado a la hora de tratar de estudiar la cultura islámica. Si usted, tras conocer los vaivenes de Bašagić, siente necesidad de rendirle homenaje, no tiene más que buscar su tumba en la mezquita sarajevita de Gazi Husrev-beg.

tumba

Aquí reposa Safvet.

El caso es que, evidentemente, el texto de este Što je život que nos ocupa es cosa de Safvet. No se trata de la única sevdalinka que se apoya en una letra del gran poeta. Podemos encontrar otras como Na prijestolju sjedi sultan, bordada por Himzo Polovina; Evo ovu rumen-ružu, encumbrada por Zaim Imamović, o Sini, sini, sjaj mjeseče, acariciada por Radmila Jagodić. Incluso se lanzó a traducir (hay quien afirma que fue Šantić) el original de Kraj tanana šadrvana (también conocida como Azra), del celebérrimo Heinrich Heine.

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Muhamed, dispuesto para la acción.

Y, un buen día, avispado y dado a sentar cátedra a la hora de construir clásicos sonoros del Sevdah, el incomparable Muhamed Mešanović-Hamić decidió musicar aquellos versos de Bašagić. Y, queriendo o no, creó una de las cumbres del género, en su faceta más clásica y desnuda: a base de saz y voz. La figura de Muhamed la conocemos de sobra. Es uno de los pilares del templo de la sevdalinka. En la segunda mitad de los 60 del siglo pasado, y principios de los 70, publicó algunos de los epés básicos para entender (recordar) que el saz es el mejor vehículo para inocular, en lo más profundo de nuestra alma, piezas inmortales como Oj medjice, medjice, Teško meni u Sarajvu sama (o samoj), Bogata sam imam svega o Sinoć sam ti Safo. Su Što je život vio la luz a través del epé encabezado por Pjesma Sarajevu, y que completaba U Travniku, a través del sello Beograd Disk, nacido en 1968 y reconvertido, en 1981, en Jugodisk. La fecha exacta no está clara, pero debe tratarse de 1970 o 1971 ya que, éste último año, figura en los archivos de Radio Sarajevo una interpretación de Hamić del tema que analizamos, bajo el título ampliado de Što je život bajka samo.

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Cara B y prueba del delito.

Como era de prever, en ese original se inspira Avdo Lemeš, otro de los maestros contemporáneos del saz, y cuya revisión de esta joya analizamos hoy. En 2007, el sello de la Radiotelevisión de Bosnia-Herzegovina tuvo la enorme idea de publicar su disco Aman jada od akšama do sabaha; un viaje por la historia de la sevdalinka (de Dunjaluče, golem ti si a Đaurko mila, pasando por Oj medjice, medjice), a través de interpretaciones, la mayoría de ellas, desnudas (obviemos algunas sorpresas discutibles), bajo la producción de Esad Arnautalić.

Un homenaje, en toda regla, al catedrático Muhamed Mešanović Hamić y, en este caso, también al bueno de Bašagić, autor de una letra cuyo título podríamos traducir como ¿Qué es la vida?, y cuyo mensaje se mece cómodo en el universo del desamor llevado al delirio de las divagaciones profundas. Responde a tan trascendental pregunta, el texto, con un agorero: «Sólo un sueñó, un cuento de hadas, que soñé en mi juventud, que el Sevdah es el arrebato ligero que bebí de los labios de mi amada«. A partir de aquí no resulta difícil augurar que nuestro protagonista, precisamente, no nada en el optimismo más absoluto. Lo certifica con unos: «¡Oh, Paraíso, Esma querida! ¡Me has robado el sentido!«, para corroborarlo con una estrofa que nos deja más que preocupados sobre el futuro del enamorado: «Adiós para siempre, linda imagen, con lágrimas te cubriré de rocío, le daré paz a mi alma enferma y te llevaré en mi corazón«.

disco

Avdo Lemeš es saz.

En cuanto a la interpretación que nos ocupa, purismo en la máxima esencia. Entra el saz, sigiloso, pero elegante, para dar paso a ese mágico dúo entre voz e instrumento, a través del cual se va vislumbrando un sendero en el cual, si te adentras, corres el peligro de caer en trance. Tras los preceptivos solos de saz entre estrofas (limpios y enérgicos), las últimas frases marcan un final de interpretación casi abrupto, certificando los malos augurios de un homenaje que, hoy por hoy, es uno de los pocos que nadie ha tenido los arrestos de llevar a cabo, ya que es prácticamente imposible hallar otra grabación oficial en torno a este magno Što je život.

Hvala lijepo: Marc i Zanin.

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