Por César Campoy.
Volvemos a meternos en un berenjenal de proporciones bíblicas al abordar un tema cuyos orígenes y autorías son reclamados por diversas etnias, nacionalidades, entidades, pueblos y vecindarios. Este Pogledaj me, Anadolko que nos ocupa (también disponible, en serbocrata, bajo títulos como Oj djevojko, Anadolko, Anadolko o Anadolka), vendría a ser la adaptación bosnia de una pieza tradicional turca de nombre Kâtibim (la traducción sería Mi secretario), aunque también es conocida como Üsküdar’a Gider İken (algo así como De camino a Üsküdar), compuesta allá por la segunda mitad del XIX. Una de las primeras grabaciones realizadas podría haber sido la interpretada, en torno a 1948, por la grandísima Safiye Ayla, aunque, antes, en la segunda década del siglo XX, el clarinetista judío Naftule Brandwein ya dio buena cuenta de una de las versiones más celebradas en los Estados Unidos por los amantes del klezmer: Der Terk in America.

Nada, en los 60 del siglo XX.
Hasta aquí, todo tranquilo. O no. Viajen por casi cualquier región de los Balcanes y hagan sonar su melodía. En cada una de ellas les dirán que se trata de una pieza tradicional que cantaban sus antepasados. Porque sí, prácticamente cada nacionalidad balcánica dispone de su propia versión de esta cotizada composición. E, incluso, algunas de ellas (como hemos comprobado con los diversos títulos bosnios, a los que deberíamos añadir una versión con un carácter nada romántico, y sí muy religioso, Zašto suza u mom oku), disponen de variedad de revisiones dentro de su mismo círculo étnico.
Y, así pues, en Grecia, le podrán hablar de su Apo xeno topo. Y si se mueven hacia otras partes de aquel país, se encontrarán, al menos, con dos revisiones en ladino (es decir, el español hablado por los judíos sefardíes): En un lugar extrangero, inmortalizada por el gran violinista griego Yorgos Koros, o Selanik entero yo lo camini, donde Selanik es el nombre que recibe en turco Tesalónica, ocupada durante centurias por los otomanos, y poblada, durante siglos, por muchos de los judíos expulsados de la península ibérica en 1492. Así pues, existen teorías que aseguran que, definitivamente, la semilla de tan cosmopolita tema es española. No obstante, si viajan más al norte, a Bulgaría, allí les dirán, muy circunspectos, que se hallan, o bien ante una tonada patria romántica, o bien ante un verdadero grito de liberación nacional ante la ocupación turca. ¿En Serbia? Ante piezas tan celebradas y populares como Dva goluba o una Ruse kose curo imaš, interpretada por las más grandes voces del país. Y, en Albania, ante Mu në bashtën tënde. Y, en Rumanía, ante De ai ști, suflețelul meu. Y, mejor, lo dejamos aquí, ¿no? Que, como nos dé por mirar, más, hacia el este, a países como Armenia, Iraq o Líbano, la liaremos, todavía, más. Que, como el lector habrá comprobado, no exagerábamos al inicio de este texto. Tan discutida es la paternidad de este tema, que incluso existe un documental que trata de aclararlo: Whose is this song?, dirigido en 2003 por Adela Peeva. Impagable.

Safiye Ayla, mito turco.
Pero vayamos a la interpretación que hoy más nos importa. Se trata de la bordada (alguien podía dudarlo), por nuestra admiradísima Nada Mamula, sin duda, uno de los pilares indiscutibles del bello arte del Sevdah. Que nosotros tengamos constancia, la Dama de la Sevdalinka registró por primera vez este Pogledaj me, Anadolko en 1960. Fue Jugoton quien la editó en un epé encabezado por U đul-bašti kraj šimšira, y que completaban Evo danas osmi dan y Sinoć ja i moja majka. Del acordeón se encargaba Darko Lukač.
A esas alturas, la buena de Mamula ya llevaba, prácticamente, una década en el mundillo profesional de la canción. Casi 30 años después de aquella publicación, en 1988, el mismo sello sería el encargado de brindar al respetable la recopilación de Nada, Uz zvuke harmonike, en la cual se encontraba Pogledaj me, Anadolko, además de otra decena de composiciones pasadas por los acordeones del propio Lukač, así como de los hermanos Jovica y Ratomir Petković. Efectivamente, deberían correr a su tienda de discos más cercanas a hacerse con una copia.

La prueba del delito.
Si consideramos la pieza turca como la madre del cordero y, sobre todo, la versión más popular de esta gema sonora, nos daremos cuenta de que su historia trata del viaje de una mujer y su secretario (kâtip sería la palabra en turco) a Üsküdar (un distrito de Estambul localizado en la parte de Anatolia). Su letra narra el enamoramiento de la señora hacia su empleado, y la posible relación entre ambos («Mi secretario me pertenece, yo pertenezco a mi empleado (…). ¡Qué guapo se ve mi empleado con esas camisas almidonadas!«). En cuanto a nuestra Pogledaj me, Anadolko, su traducción podría ser algo así como Mírame, chica de Anatolia y, efectivamente, nos encontramos ante una pieza de amor desesperado, en este caso, de un infante hacia una mozalbeta. Como hemos visto, existen infinidad de adaptaciones, también en serbocroata, por lo cual los textos pueden variar aunque, a grandes rasgos, el adulador pretendiente, lo que hace es mostrar abiertamente sus sentimientos hacia la joven turca. Que si «sé mía«, que si «te cantaré sevdalinkas«, que si «te alimentaré con almendras para que huelas dulce, y te daré agua de rosas para que seas feliz«. Y, a partir de aquí, comienza el picarón juego con dobles sentidos e insinuaciones sobre los rojos rizos de la susodicha, sus ojos negros, su boca de miel…
Todo ello adornado con una interpretación tan austera como digna y señorial. El tío Darko y la Mamula, cara a cara, sin más artificios que un acordeón y una voz con un empaque arrollador. Entra el instrumento, a modo de introducción, revisando el estribillo, e inmediatamente acompaña la línea vocal hasta el final de los días. Nuestra diva, como era de prever, se muestra segura, modulando ese registro suyo tan grave. Dicción insuperable, afinación perfecta, tempo a merced del texto y la sensibilidad requeridos, y ralentización de libro para afrontar la recta final. Sobriedad al servicio del buen arte.

Una buena recopilación.
El lector adivinará que, de cara a recuperar algunas de las revisiones más recomendables de esta composición, de nuevo nos hemos vuelto a enfrentar a un durísimo (pero dulce) reto. Es lo que tiene abordar un bombón tan jugoso como este. No desvariaremos demasiado, y trataremos de centrar nuestra selección en territorio yugoslavo. Por ejemplo, en el elegante homenaje llevado a cabo por el doctor Himzo Polovina en 1976 (via Jugoton), en el álbum Kradem ti se u večeri, con la ayuda de Spaso Berak. Dos décadas después, ya en los 90 del siglo XX, músicos reputados como Vlado Kreslin (en su disco Muzika, de 1998), o proyectos mágicos como aquel Dertum (su directo homónimo, en 1997), también quisieron decir la suya, así como los mismísimos Mostar Sevdah Reunion (es decir, una de las dos escisiones), ya en 2010.

El Doctor también se rindió.
Como hemos podido comprobar, la composición que nos ocupa sigue tan vigente como el primer día, y son diversas las generaciones que se han empeñado en seguir rindiéndole tributo. En 2013, el compositor, pianista y acordeonista Nihad Hrustanbegović se sacó de la manga una emocionante interpretación, que podemos encontrar en su recomendable Sevdah for Petronella; los siempre reivindicables Afion hicieron lo propio en su trabajo homónimo (publicado en 2006), y, el inquieto Božo Vrećo, en 2014, justo después de dar por finiquitado Halka, y, en un ramalazo de lucidez antes de sumergirse en terrenos pantanosos, logró desmarcarse con una brillantísima revisión registrada en su Moj Sevdah, un disco cuya única protagonista es la voz de tan peculiar artista.

Božo, arriesgando.
Para finalizar, también podríamos toparnos con diversos ejemplos de la conexión turco-bosnia. Sin ir más lejos, a partir del disco de 2009, Sevdalinkas, de Cenk Bosnalı y Bosna Ekspres; Istrambul y su trabajo Music in progress, de 2012, o los mismísimos Divanhana que, en su último disco, buscan la complicidad de la artista turco-kosovar, Suzan Kardeş, para cincelar un correctísimo Üsküdar’a Gider İken / Anadolka, con el cual el círculo se cierra, y nosotros respiramos, mientras nos sumergimos en la lectura del capítulo Mírame Anadolka, del libro Mamá Leone (Metáfora, 2003), del gran escritor Miljenko Jergović: «Empieza a cantar, aulló la secretaria, y Vukota, sin pensarlo, entonó la primera canción popular que le vino a la mente: Mírame, Anadolka, por Mahoma, canciones de amor te cantaré, con almendras te alimentaré, y su aroma has de exhalar, sorbetes te daré, y de mí te has de prendar«.