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Por César Campoy.

Cierto. Nunca se han topado, en ningún tratado sobre el género, con este tema. Lo sabemos y entendemos. Apenas nadie lo considera un clásico. Además, tiene fecha de gestación confirmada: la primera mitad de 1960. Y autores conocidos (lo cual, en muchos casos, supone un problema para los defensores del purismo en el Sevdah): la letra es de Živorad Marković, y, la música, nada más y nada menos que del propio Himzo Polovina. Este dato, además de la indudable personalidad de esta composición, convierten a Lutaj, pjesmo en una pieza que, estimamos, debe ser reivindicada. Vio la luz, por primera vez, en uno de los epés más emblemáticos del Doctor, el encabezado por su insuperable revisión del Azra, que completaban Meni draga sitna pisma piše (de Nikola Škrba y Jovica Petković), Na prijestolju sjedi sultan (el clásico con texto de Safvet-beg Bašagić) y, cerrando el vinilo, nuestro protagonista de hoy. 

Clasicazo I.

Corría el año 1965, y Jugoton apostaba a caballo ganador con un disco apoyado, musicalmente, por dos de los mejores instrumentistas del momento: Petković e Ismet Alajbegović Šerbo. A esas alturas, Polovina ya podía ser considerado un grande. Había publicado vinilos tan imprescindibles como el Telal viče, del 63, o el irrepetible Emina – Hasanagin Sevdah (Što te nema), del 64. Además, había comenzado a hacer sus pinitos como compositor colaborando en la letra de Nema ljepše cure. Ahora, además de marcarse una de sus interpretaciones más recordadas, volvía a firmar una de sus piezas. El disco, evidentemente, fue todo un éxito, y vivió diversas reediciones, y Lutaj, pjesmo pasó a formar parte del repertorio habitual de Himzo, así como de algunas de sus numerosas recopilaciones; la más conocida, sin duda, aquella homónima, lanzada por Jugoton (en primera tirada) en 1970, que reunía lo mejor de lo cosechado hasta el momento por el rey de la sevdalinka. 

Clasicazo II.

Bajo nuestro punto de vista, este Lutaj, pjesmo (que podríamos traducir como Erra, canción o Vaga, canción, y que expone los lamentos de una persona despechada que llega a regodearse en su inmensa soledad) es de una belleza excepcional. Entre otros muchos aspectos, nos quedamos con el carácter revolucionario y arriesgado planteado en esa estructura basada en vistosos cambios de compas y ritmos traviesos que juegan al despiste. Además, fíjense, los arreglos son de ensueño. La comunión de Polovina con un Jovica, que plantea una estructura musical magnífica, es total. Reparen en ese estribillo, en el cual las dos voces (ambas a cargo de Himzo) bailan con unos instrumentos curiosos. Háganlo, también, en las segundas frases de las estrofas y esa trampa rítmica. ¿No les parece encantadora? En este caso, por cierto, tampoco busquen otras versiones. No existen; lo cual se agradece.

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