Por César Campoy.
Volvemos a tirar de la esencia para recuperar un tema tradicional (así es, de autor desconocido), interpretado por uno de los tocadores de saz más reputados de las últimas décadas. Avdo Lemeš es un músico de calidad incuestionable, que siempre ha dominado el instrumento sin dificultades y que, desafortunadamente, no se ha prodigado en grabaciones. Sí, por contra, en incontables directos a lo largo y ancho de la región. Afortunadamente, en 2007, el sello discográfico de la Radiotelevisión de Bosnia-Herzegovina auspició un proyecto titulado Aman jada od akšama do sabaha, en el cual nuestro protagonista demostraba su pasión por el género recuperando y revisando un total de 14 sevdalinkas de cuna y ascendencia variada.

Avdo, tocador de saz.
Aquel disco, que precisamente se abre con el Ima l’ jada, k’o kad akšam pada que nos ocupa, es un verdadero tratado de pulcritud interpretativa, en el que voz y saz conviven de manera casi perfecta, durante casi toda la grabación (discutibles sorpresas como el Afedersum o Čivija no han de ensombrecer tan digno producto). Una sesión en la que Avdo se cobijó bajo el manto del reputado compositor Esad Arnautalić, pionero del pop yugoslavo y compositor de bandas sonoras de filmes tan recomendables como Ovo malo duše (1986) o Savršeni krug (1997), ambos, del famoso realizador Ademir Kenović.
De esta manera, este Aman jada od akšama do sabaha recoge clásicos de la altura de Pita Fata Halil-mehandžiju, Ni Bajrami više nisu, Dunjaluče, golem ti si, Đaurko mila u Oj medjice, medjice, así como temas del propio Lemeš, o de gigantes del Sevadh, en general, y del saz en particular (este proyecto es, casi, una suerte de homenaje a Muhamed Mešanović Hamić).

Desde Sarajevo, con amor.
Por otra parte, la importancia de Avdo en el devenir de la sevdalinka de los últimos tiempos la vemos reflejada, también, en una aventura que vio la luz, precisamente, aquel 2007. Se trata de una colección de temas tradicionales bosnios compilados y vueltos a grabar bajo el amparo del sello alemán Piranha. A partir de un título un tanto superficial, Sevdalinka: Sarajevo love songs, sin duda, ideado en busca de un público internacional ávido de bucear en las denominadas «músicas del mundo», en aquel disco se dieron cita artistas tan variados como los turcos Mercan Dede y Muammer Ketencoğlu, el violinista japonés Naoki Kita (acompañando a la grandísima Jadranka Stojaković), así como dúos tan interesantes como el de la propia Jadranka (que repite) con el celebrado guitarrista Miroslav Tadić (revisitando Kad ja pođoh na Bembašu), Emina Zečaj junto al respetado profesor Mehmed Gribajčević, o los mismísimos Damir Imamović y Vlatko Stefanovski, que se marcan un interesantísimo (sí, Vlatko vuelve a tirar de efectos sin compasión) Što li mi se Radobolja muti. Por su parte, Lemeš cuenta con la colaboración del flautista búlgaro Theodosii Spassov para construir un más que digno Sinoć sam ti, Safo, dvoru dolazio.

De los primeros.
El título de este Ima l’ jada, k’o kad akšam pada (del cual pueden encontrarse diversas versiones, con ligeras modificaciones) podría traducirse al castellano como ¿Hay más pena que cuando llega el atardecer? A partir de esta pregunta, formulada (intuirá el lector) desde cierto pesimismo o, al menos, sentimiento agridulce, su texto hurga en la herida buscando ese sentimiento de sanador dolor que produce una buena sevdalinka (no en vano, podría decirse que este tema vendría a ser una especie de ‘sevdalinka dentro de la sevdalinka’) al seguir inquiriendo: «cuando los barrios encienden sus candiles, cuando el saz grita por la tarde…» y prosigue: «¡Ay, qué pena cuando llega el atardecer, el momento en que los ruiseñores callan!». Eso sí, y aquí estaría la madre del cordero (como avanzábamos), todo este dulce pesar, casi inexplicable, que produce sentirse inmerso en una sevdalinka de manual, está repleto de sentimientos encontrados, de una sublime mezcla de agonía y placer. Sólo quien haya tenido el privilegio de vivir esta sensación entenderá la última parte del texto: «Esos labios pequeños que susurran desde la oscuridad: ‘Mi amor, mi pequeño, ¿estás pensando en mí?’ La amada llama a su amor casi sin respirar: ‘Cariño mío, ¡muero de Sevdah!'». ¿Cómo nos hemos quedado? Bien, ¿no?

Himzo, en todas partes.
Esta letra la desgrana el bueno de Avdo en una ejecución casi perfecta, como avanzábamos, a base de saz y voz, aunque apoyada, en algunos momentos, por una orquestación que asoma de fondo y que, en ciertos pasajes, contribuye a dotar de una emoción mayor a esta pieza. Son cuatro minutos y medio de virtuosismo al instrumento, en los cuales ambos elementos protagonistas se solapan y complementan de una manera preciosa, mientras son ayudados por el acordeón de un Elvis Bečar (también responsable de ese colchón sintetizado) que, en la recta final, muestra sus buenas maneras y se viene arriba en un final que busca emocionar, para una pieza que, ya desnuda, sería capaz de derretir al más hierático.

Recuperando la esencia.
En cuanto a otras interpretaciones del tema que nos ocupa, la primera revisión registrada y editada de la que tenemos constancia fue la llevada a cabo por uno de los intérpretes más recordados que se han enfrentado a este embriagador tema. Se trata de un Safet Isović que, en 1963, y bajo el manto del sello PGP RTB (hubo reediciones, al menos, un año más tarde, y en 1967) se marcó un epé de cuatro temas que abría, precisamente, nuestro Ima l’ jada, k’o kad akšam pada, y que completaban Sinoć dođe tuđe momče, Boluje anka Prijedorka y Djevojčice mala. En esta ocasión, un contenido Safet (que volvería a grabar, con arreglos muy diferentes, esta composición, en 1991) se enfrenta al tema, con la connivencia del sexteto liderado por el acordeonista de Prijedor Dušan Radetić.
No fue el tío Isović el único gigante del universo Sevdah en bailar con tan gran obra. En el listado de nombres imprescindibles del género que gustaron de ella podemos encontrar, sin ir más lejos, a la mismísima Zehra Deović, que la afrontó con una dignidad pasmosa; así como al dios del saz, Selim Salihović, siempre diligente y brillante; Nedeljko Bilkić, en 1980, así como el mismísimo Himzo Polovina que, en aquel Narodne pjesme iz Bosne i Hercegovine, editado por Jugoton en 1972, (y bajo el título de Imal’ jada) dejó bien claro, con la connivencia de Ratomir Petković, quién era el amo del lugar. Precisamente, haciendo referencia al inmenso Polovina, existe una grabación que el doctor realizó con Nadežda Cmiljić, titulada Oj, djevojko, miluje li te nana, en la cual se produce un curioso hecho: la letra poco tiene que ver con la de nuestro Ima l’ jada, k’o kad akšam pada, pero buena parte de su melodía sí que coincide con ella. Son los misterios del Sevdah. No es la primera vez que caemos en la cuenta de que la misma melodía puede acunar letras y títulos diversos. En este caso, todavía tendríamos un ejemplo más, la bella Snijeg pade, drumi zapadoše.

Evolución desde el respeto.
Por otra parte, y como no podía ser de otra manera, más recientemente, también las gentes de Mostar Sevdah Reunión quisieron rendir un homenaje a tremenda creación. Fue en su A secret gate de 2003, a golpe de acordeón molón.
Finalmente, se da la circunstancia de que padre e hijo de una de las sagas más importantes del universo de la sevdalinka grabaron este Ima l’ jada, k’o kad akšam pada en años diferentes. Se trata de los Imamović, Nedžad y Damir. El segundo, de hecho, incluyó el tema en su imprescindible disco en directo Svrzina Kuća de 2011, en una interpretación (en la cual, el original, por momentos, resulta casi irreconocible) desnuda, a base de guitarra y voz. El propio Damir, al explicar las razones por las cuales decidió sumergirse en esta joya, aclaraba que solía evitar aquellas piezas en las cuales la palabra ‘sevdah’ es mencionada. No obstante, añadía que esta pieza es un ejemplo importante de lucha constante entre dos deseos en ese universo Sevdah: «El deseo de expresar lo mínimo posible y el deseo de contar muchas cosas».
Hvala lijepo: Merita.