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Por César Campoy.

Efectivamente, nos hemos metido en tremendo berenjenal. Enfrentarse a este clásico popular de Yugoslavia es hacerlo a una de las composiciones más celebradas por el respetable. U lijepom starom gradu Višegradu vendría a ser una especie de himno, y un tema universal de la galaxia Sevdah y, lo que tiene más valor, lo es sin formar parte de ese interminable listado de creaciones anónimas centenarias, ya que, pese a que muchos la consideran una pieza tradicional (o Narodna), fue gestada por uno de los compositores más prolíficos de la región: Dragiša Nedović.

Nacido en 1916 en el corazón mismo de Serbia, en Kragujevac, podríamos decir que Dragiša no tuvo demasiada suerte a lo largo de su existencia. De hecho, creció prácticamente en la miseria, en el seno de una familia compuesta por ocho hermanos más. Como el lector entenderá, inmediatamente comprendió que debía buscarse la vida y, siendo un adolescente, tomó las de Villadiego y se recorrió media Yugoslavia ganándose el pan haciendo lo único que se le daba bien: idear canciones. Y, lo bien cierto es que salió adelante, ya que, pese a su condición de autodidacta, mostró una capacidad increíble para crear sones acorde con el lugar en que se encontraba. Vamos, que igual te salía por una pieza a lo dálmata, que te sorprendía con una sevdalinka de manual.

1958-02

Hace mucho, mucho tiempo.

La cosa se le complicó, y mucho, al bueno de Nedović cuando, al regresar a su localidad natal, allí le pilló la II Guerra Mundial y, más en concreto, la terrible masacre perpetrada por los alemanes el 21 de octubre de 1941. Considerado un intelectual, nuestro protagonista fue deportado a un campo de trabajo germano, y allí permaneció hasta que la contienda finalizó. Para rematar la faena, le diagnosticaron una tuberculosis a la cual, en 1950, le dedicó una canción, Pluća su mi bolna (algo así como «Mis pulmones enfermos«), popularizada, entre otros, por la gran Nada Mamula. Tuvo tanta repercusión tan pesimista tema, que provocó una oleada de suicidios de personas aquejadas por la enfermedad. Al final, Tito y los suyos (bueno, más en concreto, el Comité Central) se vieron obligados a prohibir su difusión; un veto que, aseguran, se encargó de levantar la propia Jovanka Broz, señora del mariscal.

Milagros de la ciencia, Dragiša acabó superando la tuberculosis a base de penicilina, y todo parecía venir, por fin, rodado, hasta que un buen día de 1966, a la edad de 50 años, el hombre cayó fulminado a causa de un infarto, dejando casi medio centenar de composiciones que, hoy por hoy, siguen cantándose a viva voz en todos y cada uno de los rincones de Yugoslavia. Una de ellas, faltaría más, es esta U lijepom starom gradu Višegradu que nos ocupa, y que, no podía ser de otra manera, tampoco está exenta de polémica. Compuesta por Nedović cuando contaba, tan sólo, 20 añitos, se trata de una historia de amor autobiográfica que transcurre en la histórica ciudad de Visegrado (y alrededores), célebre por su magno puente construido en 1577 por orden de Mehmed Paša Sokolović, que inspiró el grandioso Un puente sobre el Drina del Premio Nobel Ivo Andrić.

1966

Himzo, experto en posar.

Al parecer, originalmente, la criatura llevaba por nombre Jutros rano slušam, y su letra difería, en parte, de la que hoy se conoce. Diversas fuentes aseguran, además, que cuando U lijepom starom gradu Višegradu fue adoptada por los grandes del Sevdah y la industria discográfica, una quinta estrofa, que hacía referencia a la voluntad del autor por regresar a Serbia, fue eliminada. El caso es que, tan celebrada pieza forma parte de la historia de la sevdalinka, así como otras composiciones menos rimbombantes de Nedović como Iz Bosne se jedna pjesma čuje o Prođoh Bosnom kroz gradove. Ambas, sin ir más lejos, las registró a principios de la década de 1960 Mile Petrović, y, la segunda de ellas, también acarició las gargantas de figuras como Šerif Konjević o el mismísimo Safet Isović.

1969

Un recopilatorio para enmarcar.

En cuanto a U lijepom starom gradu Višegradu, que, al fin y al cabo, es el motivo que aquí nos reúne, hay que reconocer que, prácticamente, la hizo suya el más grande, Himzo Polovina. Al menos se le conocen tres interpretaciones diferentes, grabadas en tres etapas diferentes de la carrera de tan insigne representante del universo Sevdah (de finales de 1950, a mediados de 1980). La primera de ellas, a ritmo de tambura, es una de las más populares, y la que en más ocasiones ha sido reeditada. Para comenzar, en aquel sencillo de 1958 que encabezaba Stade se cvijeće rosom kititi, y que en 1966 fue recuperado por la propia Jugoton, aprovechando el tirón del Doctor, en un epé que completaban Telal viče y Pošetala Suljagina Fata (sí, un póker de ases en toda regla).

Tres años después, el sello publicó uno de esos grandes éxitos de temporada repleto de auténticos éxitos de ayer y hoy, en el cual, además del tema que nos ocupa, también podíamos toparnos con piezas como Ah, ljubav, ljubav; Vrati mi se, ljubavi; Kraj Vrbasa, o Snijeg pade na behar, na voće y voces como las de Zora Dubljević, Nedžad Salković, Meho Puzić, Beba Selimović, Zaim Imamović, Safet Isović, Nada Mamula o Zehra Deović  (¿cómo se te queda el cuerpo?). El título de este (también) clásico, lo dice todo: U lijepom starom gradu Višegradu- Pjesme I kola iz Bosne.

1980

Himzo, maduro.

Ya en la década de 1980, también Jugoton fue la encargada de editar un sencillo de Polovina que capitaneaba la tradicional Mehmed Paša tri cara služio. En la cara B, una nueva revisión de U lijepom starom gradu Višegradu, arreglada por el mismísimo Ismet Alajbegović Šerbo a golpe de acordeón, y bajo la producción de Risto Svirkov, actualizaba aquellos célebres sones. Tan sólo cuatro años después, veía la luz el larga duración Sevdah i suze, producido por Blagoje Košanin y grabado en los estudios Omega de Visoko, con arreglos del acordeonista y director de orquesta Omer Pobrić. En él podíamos encontrar piezas de sobra conocidas como las mencionadas Snijeg pade na behar, na voće o Stade se cvijeće rosom kititi, además de obras de arte como Karanfile, cvijeće moje o la celebérrima Kad ja pođoh na Bembašu. Todas ellas, eso sí, remozadas para la ocasión. Hay quien seguirá añorando los desarrollos más clásicos, y bien es cierto que la década de 1980, en algunos aspectos, hizo flaco favor a la sevdalinka, a partir de arreglos, digamos, demasiado libres (que se lo pregunten, si no, al tío Isović). No obstante, consideramos que, en este caso, hubo respeto por el producto. Vamos, que no se tiró, ni de sintetizadores de verbena barata en el extrarradio de Tuzla, ni de horteras baterías electrónicas.

1984

Siempre a lo tradicional.

Y de este Sevdah i suze, precisamente, es de donde nosotros hemos decido extraer la interpretación que nos ocupa de este U lijepom starom gradu Višegradu, cuyo título podría traducirse como En la bella y antigua ciudad de Visegrado, y cuya letra, como hemos avanzado, sirve de excusa para relatar una historia de amor, o desamor, ya que la primera estrofa ya nos avisa de que, el compositor, por su estado de ánimo, precisamente, para dar palmas no anda: «En la hermosa y antigua ciudad de Visegrado, donde el profundo Drina ha fluido durante siglos, sólo queda un triste recuerdo para mí; yo solía cortejar allí a mi querida casi todas las noches«. A partir de aquí, e inmediatamente, el amante abandonado se nos viene abajo sin remisión. Tira de memoria, y no acaba de explicarse qué ha podido pasar: «Visegrado, ¿dónde está mi querida?; es como si nunca hubiera sido feliz conmigo; yo miraba al Drina mientras ella me besaba; ¿Es posible que ella haya olvidado nuestras noches?«. Pues es posible, Dragiša, es posible.

En cuanto a la ejecución del inmenso Polovina, la pieza se abre con una pizpireta introducción a base de acordeón, a cargo de Pobrić, que se muestra libre y seguro apoyado en su orquesta. Los vistosos arreglos van a ritmo, acompañados de un toque de batería sencillo, austero, y los solos y florituras constantes (más evidentes a partir de la última estrofa), combinan a la perfección con la aterciopelada voz de un Himzo que fue y será, en sus interpretaciones, un seguro de vida, a partir de ese registro aflautado y agudo que acaricia aunque se muestra firme y seguro. Toda una delicia.

puente

El puente.

El lector comprenderá que muchas han sido las voces que se han enfrentado a este clásico del Sevdah. Entre ellas las de Nedeljko Bilkić, Šerif Konjević, Mirko Rondović o el propio Safet Isović. No obstante, la mayoría de esos artistas prefirió reservar esta composición para sus directos, más que incorporarla a sus discografías oficiales.

A puertas del siglo XXI, en 1999, las gentes de Mostar Sevdah Reunion, bajo las órdenes (obviamente) de Dragi Šestić, como era de prever, incluyeron este U lijepom starom gradu Višegradu en su elepé homónimo de debú, a partir de una vistosa y llamativa versión. Por supuesto, las nuevas generaciones, listas ellas, siguen manteniendo viva la llama de una pieza que, hoy por hoy, ya es eterna.

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