Por César Campoy.
El 21 de julio de este 2017 nos dejaba Predrag ‘Cune’ Gojković, una de las voces más populares que dio al mundo Yugoslavia. Una vez más, el arte sirvió para unir lo que la sinrazón hizo volar en mil pedazos, y millones de personas, de Ljubljana a Skopje, de Zagreb a Sarajevo, de Belgrado a Podgorica, lloraron al ver cómo se apagaba el singular tono de un artista querido y admirado como pocos.
Nacido en la localidad serbia de Kragujevac en 1932, siendo muy joven emprendió una carrera musical (en sus inicios, a partir de aquella famosa moda en la Yugoslavia de los 1960 de adaptar al serbocroata las rancheras más universales, e, incluso, rindiendo pleitesía a La Violetera del maestro Padilla) repleta de éxitos. Tal vez el más recordado y celebrado (soportaremos las miradas condescendientes de los puristas), sin duda, es este Kafu mi, draga, ispeci que nos ocupa, con el cual, este artista, que acabó convirtiéndose, para muchos, en uno más de la familia, logró batir todos los récords de ventas.
No obstante, no fue el gran Cune quien primero puso voz registrada a esta bella canción, originaria del Sandžak, una región que se reparte entre Serbia y Montenegro, pero de mayoría musulmana, sino, posiblemente, Zehbo Pekušić, que entró en el estudio para darle forma a finales de los años 50 del siglo XX. Poco después, en 1961, Nestor Gabrić utilizaba esta Kafu mi, draga, ispeci (en la mayoría de discos y tratados sobre Sevdah catalogada como ‘Tradicional’, aunque, en algunos documentos, atribuida a Obren Pjevović) para abrir un epé titulado Pesme iz Srbije (Canciones de Serbia), promovido por Jugoton.

Café para todos
Apenas transcurridos unos meses, en 1962, veía la luz aquel mítico epé de Cune, encabezado por el tema que nos ocupa. Lo completaban tres bellas piezas, que también contribuyeron a consolidar, definitivamente, la carrera del bueno de Gojković: Ali-Paša na Hercegovini; Bosno moja, divna, mila y Što bi bila djuzel-Djula. De arropar musicalmente tamaño registro de voz se encargó la orquesta del incansable Žarko Milanović, abogado, violinista y maestro de maestros, pieza indiscutible de los archivos sonoros de Radio Belgrado, así como de, por extensión, el sello PGP RTB, de la capital yugoslava. Investigador de los sonidos tradicionales y educador, trabajó con decenas de artistas de altura, algunos de ellos, figuras del Sevdah como Vasilija Radojčić, Nada Mamula, Anđelija Milić o Zekerijah Đezić.
Esta grabación acabó convirtiéndose en disco de oro y, como comprenderá el lector, fue reeditada hasta la saciedad, a lo largo de los siguientes lustros, e, incluso, el propio Cune siguió registrando nuevas versiones. Una de las más populares, sin duda, la realizada, bajo el amparo de Beograd Disk (que después pasó a denominarse Jugodisk), en un sencillo que completaba Đerdapske Delije. Aquella nueva versión, actualizada y orquestada sin escatimar en medios, se mostraba más brillante, efectista y melancólica, aunque, también, menos original.

Cuidadín, que quema
La traducción al castellano de esta Kafu mi, draga, ispeci vendría a ser algo así como Hazme un café, querida. En muchos libros del género, e, incluso, en algunas grabaciones (como veremos), se emplea la forma Kahvu mi, draga, ispeci. Además, se le conocen diversas variedades instrumentales, así como, al menos, tres textos diferentes. El que a nosotros nos interesa, que no es otro que su variante más popular, reza, en su inicio: «Kafu mi, draga, ispeci, baš kao da je, draga dušo, za tebe!«.
Como el avispado lector habrá adivinado, nos encontramos ante una pieza de contenido romántico, tirando a meloso. El adulador joven, en cuestión, le pide a su amada que le prepare un café, como ella lo suele preparar para ella misma. «Vendré en mitad de la noche, para sentarme a tu lado«, asegura el pillín que, a medida que avanza la historia, se va viniendo arriba: «Prepárame una cama, mi querida, como lo haces para ti. Vendré en mitad de la noche, para tumbarme a tu lado«. No obstante, el canalla se encuentra con una respuesta que no se esperaba: «No vengas, mi querido, no es necesario. Tienes las caricias de otra chica. ¡Tú dijiste que tenías una chica mejor que yo!«.

Cune y sus patillas, en los 80 del siglo XX
En cuanto a la interpretación que nos interesa, la registrada en 1962, es una buena muestra de por dónde discurriría la línea vocal de un Cune de registro elegante y amable. Como es de ley, entra Žarko Milanović con una introducción de casi 40 segundos, que da paso a la primera estrofa. Gojković se muestra seguro, y evidencia esa facilidad para bordar los agudos y definir una línea de terciopelo sonoro francamente emocionante. Tras una transición, vuelve a entrar en escena el artista, y despliega una descarada maestría a la hora de matizar frases y combinar energía y delicadeza. Después de la última transición, el cantante entra más sobrio, pero sigue acariciando las frases, mientras encara la recta final ralentizando. Quien objete algo a esta interpretación tendría que ser condenado a permanecer 14 años en el purgatorio escuchando en bucle el grandes éxitos de turbo-folk más hortera que se pueda encontrar en una gasolinera de la carretera que va de Foča a Tjentište.
Por lo que respecta a otras versiones de altura de esta joya, son incontables los nombres que han querido, a lo largo de las décadas, rendir homenaje al tema que hoy celebramos. Tan sólo un año después que el propio Cune, uno de los grandes, Zaim Imamović, se alió, nada más y nada menos que con Ismet Alajbegović Šerbo y su celebérrima orquesta para, a través de Jugoton, brindar una interpretación, bajo la nomenclatura de Kahvu mi, draga, ispeci, menos rimbombante. El sencillo lo completaba, nada más y nada menos que Il’ je vedro, il’ oblačno.

Zaim, un añito después que Cune
Con un espíritu mucho más contemporáneo y, casi festivalero, la eslovena Elda Viler, con unos arreglos orquestales muy pop, grabó una versión peculiar, incluida en un epé peculiar en la que convivía con las piezas italianas Un cafe y Tu sei quello, así como con el Anyone who had a heart, de Bacharach. La edición corrió a cargo de la marca checoslovaca Supraphon, y los arreglos fueron cosa de Karel Vlach.
Mucho más recientemente, el propio Damir Imamović la ha interpretado en vivo, y la Dama del Sevdah del siglo XXI, Amira, se atrevió, en compañía de su inseparable Bojan Z, con una revisión magnífica y emocionante, capaz de hacer que el tiempo se detenga. Dicha grabación se encuentra en el indispensable Amulette, que vio la luz en 2011.
Tan sólo cinco años después, otra vieja conocida de la propia Amira, la incomparable acordeonista bosnia Merima Ključo, dio forma, en compañía del inconmensurable guitarrista Miroslav Tadić, a Aritmia, un trabajo para paladares exquisitos, en el cual no podía faltar una sentida revisión de Kafu mi, draga, ispeci. A todas ellas hemos de sumar, además, numerosas adaptaciones llevadas a cabo por incontables formaciones orquestales, a lo largo de aquello que un día fue Yugoslavia.