Por César Campoy.
Como ya apuntamos en varias entradas, como la dedicada a la interpretación del Srdo moja, ne srdi se na me, de Hamid Ragipović Besko, el Sandžak es un ente situado (y repartido) entre Montenegro y Serbia, de población mayoritariamente musulmana. Tiene unas peculiaridades culturales específicas que lo convierten en un territorio diferenciado. Una de ellas, la gran riqueza musical que en la zona se ha venido cultivando a lo largo de los siglos. Este listado, entre otros géneros, también está compuesto por un gran número de sevdalinkas, incluidas, casi todas ellas, en los manuales básicos de lo Sevdah: Kolika je Musluk voda, Svud je kiša, svud je blato, Moja draga, moja mila, Mlado momče sa Sjenicu pita, Snijeg pade na behar na voće, Poletjela dva vrana gavrana e, incluso, la celebérrima Oj, golube, moj golube (sí, de acuerdo, esto se podría discutir).

La prueba del delito
En este caso, hay muchas voces expertas que localizan este maravilloso Sejdefu majka buđaše, que analizamos hoy, en el Sandžak. Eso sí, importado desde la mismísima Sarajevo. Con toda probabilidad, esta composición nació en la capital bosnia, siglos atrás, y las continuas migraciones y movimientos propiciados por el comercio hicieron que llegara hasta otras zonas de los Balcanes como la mencionada, o Montenegro. Eso explicaría el hecho de que muchos habitantes de este último país la reclamen como propia, afirmen que sus orígenes se encuentran en Podgorica (hay quien la localiza, incluso, en la ciudad costera de Ulcinj), y que aparezca en numerosos volúmenes recopilatorios en torno a los sonidos de la región. No se crean; hay gente que se toma muy en serio esto de la apropiación cultural y el sagrado legado patrio. Hace unos años, levantó cierta polvareda (sin ir más lejos, en medios serbios de Bosnia-Herzegovina) la emisión de un capítulo del exitoso culebrón turco Muhteşem Yüzyıl (Sulejman Veličanstveni, en el país), en el cual uno de los personajes, interpretado por la magnífica cantante, de origen kosovar, Suzan Kardeş (que, curiosamente, en 2018 llegó a publicar un disco junto al grupo sarajevita Divanhana), se lanzaba con nuestro Sejdefu majka buđaše.

Grandes y folclóricos éxitos
En definitiva, podríamos afirmar que estamos ante un diamante sonoro que tiene su cuna en Sarajevo, pero que se popularizó en áreas del Sandžak y Podgorica, y lo cierto es que no tuvimos demasiadas dudas a la hora de decidirnos por nuestra versión favorita y la intérprete ideal. Ksenija Cicvarić es una de las artistas más grandes que ha dado la música montenegrina. Su mirada taciturna y embriagadora siempre ha sido el fiel reflejo de su complicada existencia, y su pose y ademanes, un ejemplo de elegancia, melancolía y saber estar. Este emblemático Sejdefu majka buđaše formó parte de una de sus grabaciones más recordadas, el epé, editado en 1965 por PGP RTB, que abría la pieza que hoy homenajeamos, y que completaban grandes interpretaciones de Blago tebi cvijet karanfile, Mlada Jelka ljubi Janka y Šet’o sam se gore dolje. Acompañaba a nuestra querida Ksenija la Narodni Orkestar del magnífico violinista serbio Žarko Milanović, habitual de los más grandes y que, en este vinilo, consigue rebozar estos cuatro temas con una suerte de mágica y atrayente atmósfera.

Una versión remozada
Desde entonces, hasta el final de nuestros días, esta gema ha caminado junto a tan magna cantante. Ambas han permanecido unidas, encadenadas la una a la otra (efectivamente, otro argumento para aquellos que consideran la raíz montenegrina de la pieza). De hecho, la ejecución en cuestión formó parte de incontables recopilatorios. Desde aquel Pesme i igre naroda Jugoslavije de 1966 (reeditado en 1969 y 1973), en el cual compartía vinilo con Sava Jeremić, Radmila Dimić, Predrag Gojković o Nedeljko Bilkić, al primer volumen de la colección S pesmom i igrom kroz Jugoslaviju, donde también encontramos a Branimir Đokić, Vasilija Radojčić o Šaban Šaulić.

Una joven Silvana
Y tanto fue el cántaro a la fuente que, a principios de los 80 del siglo pasado, Ksenija publicó, vía Jugoton, el imprescindible elepé Oj vesela, veselice, que pretendía rendir homenaje a algunas de las piezas más importantes del legado sonoro montenegrino. En esta ocasión, la orquesta de acompañamiento elegida fue la del reputado Dragan Aleksandrić, que también se encargó de los arreglos. La producción, eso sí, fue cosa del solicitado Slobodan Nikolić. El resultado no es otro que un apetitoso listado (en el cual encontramos, por supuesto, una versión remozada de Sejdefu majka buđaše) repleto de tradición, tratado con respetuoso mimo.
Pero, no se vayan todavía, aún hay más, ya que no fueron estas las únicas interpretaciones que la Cicvarić se marcó de nuestra composición. Este tema, como avanzábamos, quedó unido, irremediablemente, a su trayectoria, y la montenegrina paseó, toda su vida, agarrada de su mano. Existen varias pruebas de tan duradero y fiel matrimonio. Sin ir más lejos, una en la que la artista se hace acompañar de la orquesta de la radiotelevisión de Belgrado, y otra en la cual el colchón musical es cosa de la formación de cabecera de la radiotelevisión de Sarajevo. Ambas grabaciones, como el lector adivinará, forman parte de los archivos de cada una de las emisoras.

Mersa, poniendo la mesa
En cuanto al título de la canción, podría ser traducido por algo así como La madre de Sejdefa la despertó. Al parecer, la señora considera que ya es hora de que su hija se levante, y así se lo hace saber, pensando que se está haciendo la remolona. Ella, sorprendentemente, le responde: «¿Crees, madre, que estoy durmiendo? A mi temprana edad me separo de mi alma. Llama a los vecinos, madre, y a mi primer pretendiente; aquel cuyos ojos se encontraron con los míos, en un barco en el mar«. El amor, queridos lectores, el amor.
Tan bella historia, indudablemente, tenía que ser interpretada por la contenida Cicvarić que, en esta ocasión, muestra, de manera evidente, todas sus cartas. Lejos de estridencias y aspavientos, nos brinda una ejecución moderada, solemne, que huele a nostalgia. Este es el terreno en el cual la artista se mueve como pez en el agua (basta con revisar su discografía) y que, en este caso, pisa con voz firme, con la compañía, también austera, de la orquesta comandada por Žarko Milanović. Disfruten con esas ya clásicas modulaciones de la voz de Ksenija, esos ejercicios de respiración controlados, y una deliciosa y agridulce base instrumental que nos acuna sin miramientos.

Jadranka, en busca de las raíces
Por otra parte, y como intuirán, el tremendo magnetismo que desprende esta composición ha cautivado a decenas y decenas de artistas, que la han abordado de mil y una maneras, a lo largo del último medio siglo. Apenas un par de años después de ver la luz la interpretación de Cicvarić, en 1967, nuestra queridísima Silvana Armenulić publicaba, en compañía de Aleksandar Trandafilović, un epé en el cual, con la connivencia del conjunto de Aca Stepić, defendía dignamente la plaza. Casi una década más tarde, en 1975, la agrupación vocal femenina serbia Đerdan tentaba a la suerte al incluirla en su larga duración Šou Ansambla Djerdan, mientras que, en 1979, el popular dúo Radojka i Tine (vamos, los Živković de toda la vida), se vino arriba con el elepé Kolo, pesma, harmonika (PGP RTB), en el cual también se daban una generosa vueltecita por el país. Uno de los popurrís de la criatura, titulado Splet narodnih pesama iz raznih krajeva Jugoslavije, algo así como «Colección de canciones populares de diversas partes de Yugoslavia» (para qué vamos a andarnos con tonterías a la hora de definir los conceptos), incluía piezas tradicionales tan dispares como Moj dilbere, Đelem, đelem, o la que nos ocupa, por supuesto, a golpe de acordeón. Ese mismo año, por cierto, unos efímeros Mozaik 8 optaron por incluir una pomposa revisión en su disco Pevaj i plači mandolino stara.

Amira, en la cumbre
Ya en los años 80, la siempre reivindicable Mersa Miljković optaba por arrimarse al acordeón de Krešo Filipčić y a la orquesta Bijele Strijele para grabar un coqueto Bosno moja (Suzy, 1981), mientras que, en 1984, y tirando de pop y algo de folk, la carismática Jadranka Stojaković incluyó una visión muy personal de este Sejdefu majka buđaše en su elepé Ajde slušaj, slušaj (Diskoton), en el cual revisitaba otros clásicos del folclore yugoslavo como Što te nema o Kaleš bre Anđo.
Más recientemente, y con diferente suerte, los principales protagonistas del Nuevo Sevdah han continuado mirando hacia tan maravillosa pieza para completar sus trabajos. En 2014, Amira publicaba el espléndido Silk & Stone. Una de las obras cumbre de la sarajevita, que se rodeó de una nómina de amigos y colaboradores de infarto: Bojan Z, Boško Jović, Nenad Vasilić, Stjepan Horvat, Yurdal Osman Tokcan, Hakan Güngör… El resultado, en este caso, puede ser calificado, sin duda, de obra de arte. Un año más tarde, y rodeada de menos artificio, esta perla pasaba a formar parte del elepé Zukva, de Divanhana. En definitiva, muy pocos han escapado a la tentación de afrontar, de una u otra manera, una Sejdefu majka buđaše con la cual se han atrevido, incluso, Lepa Brena, o el aclamado pianista Sinan Alimanović, que la incluyó, dando rienda suelta a su pasión jazzística (también hizo lo propio el mismísimo Nenad Vasilić, en su Folk songs de 2001), en sus discos Live in Sarajevo (2016) y Live In Studio: Bosnian Blue (2017).