Por César Campoy.
Cuando alguien pregunta: «¿Quién es el más grande intérprete de sevdalinkas que ha dado la historia?», no deberíamos complicarnos la vida a la hora de buscar la respuesta. Con remitirle a esta interpretación que el inmenso Himzo Polovina se marcó de esta bella U Trebinju gradu, bastaría. Se trata de una muestra más de por qué el nivel alcanzado por el Doctor es inabarcable por nadie más. Una prueba del grado de emoción y la delicadeza impecable que el maestro era capaz de lograr. «Con esa gema sonora, cualquiera», se oye al final de la sala. Correcto. Aquí no estamos para andarnos con chiquitas. Por eso nos envolvemos en el dicho miel sobre hojuelas, y nos marcamos una combinación explosiva, difícilmente superable.

La Begova kuća de Trebinje
U Trebinju gradu, posiblemente una de las composiciones más dramáticas y agrias de la historia de la música tradicional balcánica, está basada en un hecho real. Al menos, sus protagonistas existieron. Todo gira alrededor de la joven Fata, la mayor de tres hijos de un comerciante de la bella ciudad de Trebinje, Sadik Zubčević. En torno a 1880, cuando contaba 16 años, falleció de tuberculosis apenas unos días antes de casarse con un pretendiente de Stolac (ambas localidades se encuentran en la Herzegovina, al sureste del país). De hecho, la comitiva del novio llegó unos días antes de la ceremonia, pero la desdichada Fata acababa de morir.

Bordeando el río
Trebinje es uno de los enclaves más hermosos de la zona. Su historia es tan interesante como frenética, ya que ha sido habitada por diversas civilizaciones hasta que, en el siglo XIV, tras haber pertenecido al imperio serbio, pasó a formar parte del estado bosnio medieval para, a finales del XV, convertirse en dominio turco. Su coqueta ciudad antigua amurallada, el imponente puente Arslanagić, sus monasterios y colinas, y toda la rivera del río Trebišnjica son motivos más que suficientes para dejarse caer por allí y, degustando uno de sus preciados vinos, disfrutar de nuestra sevdalinka de hoy, al caer la tarde.

El Doctor Polovina, todo elegancia
Según recoge en su libro Bilješke univerzalnog neznalice, el periodista e investigador bosnio Vehid Gunić, la primera mención a este tema se atribuye al pintor, músico y escritor checo Ludvík Kuba, amante e investigador de lo Sevdah, y presente en Trebinje en 1893. Nosotros, obviamente, daremos un salto en el tiempo para tratar de localizar referencias sonoras más actuales. Así pues, en los años 60 del siglo pasado podemos toparnos con varias revisiones, eso sí, todas ellas provenientes de los jugosísimos archivos de Radio Sarajevo. Allí, y a golpe de tamburica o acordeón, se atrevieron con U Trebinju gradu, sin ir más lejos, Ruža Balog, Husein Kurtagić o el magno dúo compuesto por unos jóvenes Safet Isović y Mile Petrović.

Obligado en su discoteca
Ninguno de ellos, no obstante, logró acercarse al celebrado homenaje cincelado por Polovina en su indispensable trabajo Kliknu vila sa vrha Porima, editado por Jugoton en 1979. Grabado en los reputados estudios Košutnjak de Belgrado, la nómina de colaboradores de los que se rodeó el inigualable Himzo es de infarto. Para comenzar, los arreglos corrieron a cargo de Edvin Ferizović, Branko Glumac y nuestro querido Ismet Alajbegović-Šerbo; la producción fue cosa de Blagoje Košanin, ayudado por Aleksandar Radojčić, y la orquesta no fue otra que la dirigida por el inmenso Boki Milošević, uno de los clarinetistas serbios más importantes de la historia.

Boki Milošević y su clarinete
Quien conozca la vida y obra del Doctor entenderá que este cúmulo de mentes geniales no convergió por casualidad. Polovina siempre supo muy bien lo que se hacía y, a la hora de preparar este disco, dejó pocas cosas al azar. Fijémonos, por ejemplo, detenidamente en el origen de estas sevdalinkas. ¿Qué nexo podrían tener en común? Efectivamente: el área geográfica de Herzegovina. El bueno de Himzo se dedicó a recopilarlas con mimo. Evidentemente, muchas de ellas estaban en su cabeza. No olvidemos que nuestro artistas de cabecera nació en Mostar, y allí encontró algunas de sus fuentes más valiosas, como la artista Sevda Katica (sí, la encargada de brindarle aquellos versos extra para su versión de Emina, coronados con un «pjesma o Emini, nikad umrijet neće» o, lo que es lo mismo: «la canción de Emina nunca morirá«), consejera imprescindible a la hora de idear esta obra (como confirmó el propio Polovina), barnizada de un buen gusto supino, y una trabajadísima base instrumental; la única que merecía el aterciopelado registro de un maestro que, unos meses antes de la publicación de este disco, bajo el manto de la Orquesta Nacional de la Radiotelevisión de Sarajevo, ya registró un avance halagüeño.

Contraportada y explicación de la falla
La traducción literal del título de esta U Trebinju gradu no es otra que En la ciudad de Trebinje, y serviría para situarnos, concretamente, en el lugar en el cual aconteció tan amarga historia. Es cierto que existe un texto más largo, que data de finales del XIX y principios del XX, pero, el más breve, que suena en kafanas y teatros, es el que, con ligeras variaciones en su letra (el nombre de la desdichada podrá ser Zlata o Fata), ha perdurado hasta nuestros días. El breve texto narra el fallecimiento de Fata (o Zlata), y sus desgarradoras y conmovedoras últimas palabras a su madre, en el lecho de muerte, en forma de deseo póstumo: que el día de su boda no consumada entregara un presente a cada invitado, y que, a su amado, brindara un pañuelo de seda bordado para que el desdichado pudiera enjugar sus lágrimas.
El propio Miljenko Jergović que, como ya hemos visto en otras entregas de Sevdalinkas, es un apasionado del género, en su novela de 2004, Inšallah Madona, inšallah (un compendio de historias, basadas en diversas sevdalinkas, que explican la realidad de Bosnia-Herzegovina), introduce tan estremecedora historia en un momento de la narración.

Homenaje a Muhamed Mešanović Hamić
En cuanto a la interpretación que nos ocupa, todavía seguimos rumiando cómo es posible convertir, una simple tonada de, apenas, cinco compases, en una obra maestra del Sevdah. La explicación sólo podemos hallarla en ese compendio de fuerzas extraterrestres liderado por los arreglos de Ferizović, la dirección musical de Milošević y, evidentemente, el inconfundible registro vocal de un Polovina que, en este caso, se encarga de grabar las dos voces, afinando hasta la locura, y metiéndose en la nebulosa febril de tan magna narración. La introducción y transiciones instrumentales son inapelables; el colchón en el cual destaca el acordeón, embriagador; las pinceladas de clarinete, las esperadas de un mago del instrumento.
Cerramos este capítulo en torno a U Trebinju gradu recuperando otras versiones más o menos afortunadas. En el primer capítulo, sin duda, la realizada por una figura del género, prácticamente desconocida por el gran público. A Bahrija Proho se le conocen composiciones entregadas a artistas de la talla de Husein Kurtagić, Mile Petrović o Pero Grepo. Eso sí, toparse con interpretaciones suyas, pese a su fenomenal y personal registro, es casi un trabajo de arqueología. Nosotros nos quedamos, tanto con la brindada en homenaje al clásico Ne klepeći nanulama, como con la maravillosamente ejecutada de U Trebinju gradu.
En el lado opuesto de la balanza, discutibles actualizaciones, a cargo de grandes figuras como el propio Safet Isović (en su Legenda o Bosni, de 2003) u otro viejo conocido de este foro: un Nedžad Salković que se atrevió a revisitarla en su disco Čežnja, de 2010. Ambas son una prueba clara y cristalina de cómo desvirtuar el género. En cualquier caso, nadie, nunca, estuvo a la altura del más grande.