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Por César Campoy.

Una nueva muestra de que, con nueve compases y cinco frases, es posible construir una criatura eterna, destinada a ser compartida en noches de camaradería y momentos de añoranzas varias. Una melodía tan breve como pegadiza, como mandan los cánones, que, ya en 1963, se atrevió a registrar el bueno de Mile Bogdanović. Fue, a través de PGP RTB, abriendo el epé encabezado por Kod ovako divne noći, y musicado por la orquesta de tamburicas de Maksa Popov. De hecho, muchas de las versiones que se conocen optan por este formato de pulso y púa a la hora de acompañar un tema que Mustafa Ezić pulió, en 1979, con la ayuda del compositor y acordeonista serbio Budimir Jovanović. Vio la luz en un elepé editado, también, por PGP RTB, que reunía viejas conocidas como Dva Morića, y cuyo único «pero» podríamos encontrarlo en la excesiva orquestación planteada en algunas piezas como la celebérrima Mujo đogu, donde, además, el propio Mustafa, por momentos, parece sofocarse. A esas alturas, Ezić, nacido en Bosanska Krupa, ya había desarrollado una extensa carrera plasmada en elepés (uno, homónimo, en 1974, vía RTV Ljubljana) e innumerables epés y sencillos, todos ellos, bajo el sello de Jugoton o PGP RTB, y había trabajado con autores y músicos como Aksentije Šoškić, Aca Stepić, Dragan Hadžić, Mladen Nikolić, Jovica Petković, Živadin Jovanović, Jože Kampič, Miodrag Jašarević, Šaban Šaulić, Novica Kostić, Boki Milošević o Branimir Đokić, y logrado reivindicables hazañas como su adaptación del ya mencionado Dva Morića.

Mustafa, en los sesenta

Con Vino piju dva mila jarana, el artista vino a confirmar su condición de voz popular. Además, como avanzábamos, venía a reivindicar, así, una criatura conocida y adorada que, en castellano, podríamos traducir como Dos buenos amigos beben vino. El aficionado al Sevdah apuntará que existen diversas versiones, con variaciones en la letra. Es cierto, pero nosotros vamos a centrarnos en la más habitual; la misma que narra el momento en el cual dos colegas, Mujo y Alija, se encuentran empinando el codo mientras ven la vida venir. Se muestran eufóricos; tanto que parte del brebaje lo comparten con sus caballos, y, otra parte, acaba en tierra. De pronto, Isaj-bey aparece paseando, y la entonada pareja, sin pensarlo, le invita a tomar un trago. La respuesta del sujeto es inquietante: «Dejadme en paz, queridos amigos, que no estoy de humor para vuestro vino, y tengo mis propios problemas. Anoche, mi madre me casó y, esta mañana, mi chica me ha abandonado sin haberme besado ni abrazado«. Efectivamente, lo que viene siendo un aguafiestas.

Viendo la vida venir

El relato, eso sí, es planteado, por Mustafa y Budimir, a partir de un acompañamiento musical tan logrado, que se convierte en ideal contrapunto a tan peculiar historia. Suena, como en la mayoría de las interpretaciones de esta gema, una introducción cuya melodía recuerda, sin remisión, al clásico S one strane Plive. En este caso, la orquesta desarrolla una línea, que se mantendrá hasta el final, coronada con pinceladas y recursos la mar de emotivos. Todos ellos acunan, dulcemente, la voz de Ezić, que se encarga, también, de doblar. Mustafa se muestra sereno y generoso para brindar una interpretación repleta de melancolía y finalizada con energía contenida.

Safet, sintetizado

Resulta sencillo encontrar otras versiones recomendables de este Vino piju dva mila jarana. A él se han entregado nombres tan destacados como Zaim Imamović, Zora Dubljević o Zehra Deović. Tan solo un año después de la referencia apuntada de Mile Bogdanović, Nada Aleksić, acompañada del inefable dúo de acordeones de Alajbegović y Petković, se marcaba una ejecución tan señorial como recomendable, dentro del recopilatorio colectivo Narodne pjesme Bosne (Jugoton). Ya en los 80 del siglo pasado, Nedeljko Bilkić unía sus fuerzas a la siempre solvente Radojka Živković para remozar un buen puñado de sones eternos, y dar forma al recomendable elepé Narodni melos Bosne i Hercegovine (ZKP RTVL), un placer para los sentidos en el cual nuestro ‎Vino piju dva mila jarana ocupaba un lugar de honor. Casi el mismo que ocupaba en la primera entrega de aquel ambicioso proyecto titulado Za dušu i sjećanje; un doble elepé publicado por Diskoton en el cual Safet Isović contó con la colaboración de un Omer Pobrić que se encargó de la dirección musical y la producción. Grabado en el Muzički Atelje Omega de Visoko, para muchos, aquel trabajo es un ejemplo claro de aquellos discutibles arreglos ochenteros aupados en sintetizadores y baterías electrónicas.

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