Por César Campoy.
Imposible contener la emoción ante una de las piezas clave en la historia del Sevdah cuando tratamos de vislumbrar el camino a la perfección en la combinación voz-saz. Es imposible esbozar una sonrisa de complicidad ante uno de los dúos más efervescentes y memorables que ha visto nacer el género. El día que Muhamed Pašić Mašura, el barbero de Visoko, y Selim Salihović, el relojero de Bijeljina, cruzaron sus sendas, la sevdalinka dio un salto de alegría. Contaba más de 30 años, el primero, cuando registró su primera referencia oficial, el epé Pjesme iz Bosne, promocionado por Jugoton, y para el que contó con la ayuda, nada más y nada menos, que de las orquestas de Jovica Petković e Ismet Alajbegović Šerbo, para lanzarse con dignas interpretaciones de Oj Safete, Sajo, Sarajlijo, Visočanka Sema, Pjesma Zaimu y Šeher grade. Pocos meses después, el sello publicaba otro vinilo de cuatro temas, encabezado por el Suton pao, mjesec za oblakom, de Ismet y Safet Kafedžić, con idéntico equipo (posiblemente, aquellas grabaciones pertenecen a la misma sesión). En todos ellos, Muhamed se desenvuelve con soltura, pero alejado del sentimiento y el nivel de rompe y rasga que alcanzaría a partir de su inseparable amistad y colaboración profesional con Salihović.

Original y corregida
De aquella época, en la que nuestro cantante acabó cambiando el traje bien planchado por el atuendo típico bosnio, perduran muchas actuaciones, pero pocas grabaciones. Una de ellas, como avanzábamos, está considerada una de las cimas de la sevdalinka de raíz más primitiva. Vio la luz en 1972, y estaba encabezada por una señorial interpretación del Akšam dođe, jacija se sprema, a la cual acompañaba nuestra Majka Muju mladog oženila. La portada, en la que aparecen, tumbados en la hierba, Pašić, con su característico bigotito, y un Selim que le observa prendado con su típica cara de pillo, es para enmarcar y, en el caso de aquellos coleccionistas compulsivos, invita a buscar una edición que circuló con el nombre de Muhamed escrito como Muharem. Tras tamaña hazaña, la peculiar pareja continuó rodando, y vio publicada alguna que otra referencia más como aquel sencillo del 73 compuesto por Na obhodži prema bakijama, y la dramática y arrebatadora Sabah zora ezan uči. La leyenda permanecería viva para siempre.

Un dúo muy bien avenido
El texto de este Majka Muju mladog oženila, que podríamos traducir como La madre del joven Mujo lo casó, nos precipita hacia un drama de consecuencias inenarrables. Efectivamente, el chaval es forzado a esposarse con una adolescente no deseada. Él, sereno en apariencia, agarra su tambura nacarada, se dispone a tocar y canta: «Mi Hasna está diciendo: ‘Ahora, mi Mujo estará besando su blanco rostro’. ¡No lo beso, lo juro por tu nombre! ¡No lo haré, mi Hasna, mientras viva!«. El drama no finaliza aquí ya que, el joven, roto, coge un cuchillo y lo hunde en su pecho mientras pronuncia estas palabras: «Coloca mi toalla en el tenešir [una mesa en la que se lava a los fallecidos antes del funeral], la que mi Hasna me cosió, en su ventana, bajo la luz de la luna«. Tan tremenda historia, como tenía que ser, es narrada por nuestro dúo de manera resignada, pero contundente. Hace las presentaciones Salihović, justo antes de que entre en escena un Muhamed (como mandan los cánones, nasalizando su registro) vocalizando sin compasión y alargando la frase dramáticamente. En las transiciones, Selim evidencia su peculiarísima forma de hacer gemir su saz, basada en ese golpeo seco y furioso. Y, así, ambos, hasta el triste final, dibujan la narración como nadie más ha sido capaz de hacerlo.

Emina, siempre fiel a la tradición
Evidentemente, todos estaremos de acuerdo en que enfrentarse a este Majka Muju mladog oženila de otra manera que no sea a partir del matrimonio voz-saz resultaría catastrófico. Así lo ha venido entendiendo, a lo largo de todas estas décadas, la parroquia Sevdah. De hecho, no resulta sencillo encontrar referencias publicadas que rindan homenaje a esta joya. Eso sí, la mayoría de las existentes cumplen, con creces. En 1990, el joven Muaz Borogovac la incluía en su larga duración Izvorne bosanske pjesme uz saz (Diskoton). Ya en el siglo XXI, dos primeras figuras del género decían la suya. La primera, la gran Emina Zečaj, señorial, en su imprescindible Traditional bosnian songs (Gramofon), de 2003. Siete años más tarde, Damir Imamović se marcaba una intensa revisión en el disco homónimo publicado, también, por Gramofon. ¿Que se han quedado con ganas de más? Buceen, pues, en los homenajes (la mayoría, sin editar) de Behka i Ljuca, Hašim Muharemović o Avdo Lemeš.