Por César Campoy.
Más que una concesión, se trata de una excepción, eso sí, nada forzada. La bella composición que nos ocupa en esta ocasión, no puede ser definida, objetivamente, como una sevdalinka al uso. Eso sí, su espiritualidad y sentimiento justifican que nos permitamos el lujo de incluirla en nuestra lista de imprescindibles piezas tradicionales balcánicas. Šetajuci pored Ljubovića es una conocidísima sonata montenegrina, muy querida y venerada por muchos de los nativos de aquel pequeño país, y no es la única pieza proveniente de aquellas tierras analizada en Sevdalinkas, ya que algunas de ellas, incluso, han sido adoptadas y adaptadas por grandes del género.
Aquí donde la ven, y pese a esa pinta de Joan Baez a la balcánica, esa mirada perdida y ese estilismo tan sesentero, Branka Šćepanović lleva, precisamente, desde finales de la década mágica, hasta la actualidad, propagando por el mundo su pasión por los temas montenegrinos, en una especie de cruzada nacional incansable.

¿Canción protesta? No: Orgullo patrio
Como ya hemos avanzado, Šetajuci pored Ljubovića es un tema popularísimo que Branka acabó acogiendo en su repertorio, al igual que muchísimas otras creaciones tradicionales montenegrinas. La versión que a nosotros nos interesa fue recogida en un jugoso recopilatorio de la Šćepanović, editado en los 90, repleto de muchos de estos clásicos imprescindibles. Una oportunidad irrepetible para reconocer una voz tan personal como fina, ideal para la interpretación del folclore de aquellas tierras. Y una voz que, pasadas las décadas, nuestra protagonista sigue manteniendo, prácticamente, intacta, como certifican sus continuas apariciones en las cadenas televisivas de la zona.

«Perlas populares»
La interpretación que Branka se marca de este Šetajuci pored Ljubovića es tan estremecedora como sentida. Acunada en un colchón de instrumentos (la clásica base de cuerdas y acordeones) que no la deja sola en ningún momento, Šćepanović se luce sobremanera aguantando las notas sin compasión, decidida (en ocasiones puede adivinarse ese angustioso proceso de brusca respiración), mientras, a la vez, modula y vibra. Esta difícil técnica, muy habitual en esta digna voz, dota de una melancolía extra a una versión que, de primeras, y en su esencia, ya resulta conmovedora y recogida.
El título de este tema podría ser traducido como Caminar por Ljubovića. Efectivamente, hablamos de una canción que evoca romanticismo y que nos transporta a las calles de una popular zona de Podgorica, la capital de Montenegro, allá donde, ayudada por sus encantos, puede tener lugar una aventura y te puede sobrevenir el enamoramiento en menos que te bebes un tinto de Vranac.

Con Tito
Como era de prever, y ya hemos avanzado, este tema, considerado, prácticamente, un himno patrio en tierras montenegrinas, conoce innumerables versiones. Algunas de ellas, con ligeros cambios en la letra, o, incluso, algunas frases añadidas.
Ninguno de los grandes de la música montenegrina se han resistido a revisar este bello Šetajuci pored Ljubovića. Sin ir más lejos, un conocido de Sevdalinkas, Mirko Rondović, a partir de una interpretación más acelerada. Sentidas son, también, las ejecuciones de Ljubomir Đurović, o ésta más animada de Drina Kurtagić, apoyada en esencias folk y violines. No obstante, junto a la de Mirko, tal vez una de las más populares sea la versión de Bato Radulović, interpretada, prácticamente, sin tregua.