Home

Por César Campoy.

Además de ser uno de los precursores del festival de Ilidža, de haber dirigido la orquesta de la radiotelevisión de Sarajevo, de haber acompañado a todos y cada uno de los más grandes, y de tocar el acordeón con un virtuosismo y un nerviosismo nunca vistos, Jovica Petković (Smederevo, 1927 – Viena, 2015) tuvo el honor de firmar varias sevdalinkas que perduran, tanto en la mente y el corazón de los amantes del género, como de la mayoría de los tratados sobre el Sevdah; un género que este serbio supo asimilar y difundir de manera soberbia desde mediados de los 1950, cuando tuvo la brillante idea de trasladarse a Sarajevo, donde comenzó a hacer muy buenas migas con uno de los responsables del invento, Zaim Imamović.

Jovica, siempre alegre

Verlo tocar reconforta el alma. Su rostro sonriente y sus muecas inconfundibles mientras sus dedos corretean, sin control, por el teclado, son todo un espectáculo para los sentidos. En cuanto a su faceta como creador, tal vez este Sa Igmana pogledat’ je lijepo (también conocido, simplemente, como Sa Igmana), sea una de sus piezas más conocidas y celebradas. No obstante, tampoco podemos olvidarnos de otras como MajkaLijepa FataHalka kuca na vratimaMeni draga sitna pisma pišePjesma ZaimuSve djevojke iz mahaleNe znam šta ću majkoDani dugiJajce gradeBosno, zemljo moja milaKada moja mladost prođe, o la mítica Da sam ptica, además de varias dedicadas a su localidad natal, e incontables kolos.

Nada, de nuevo, pionera

Una de las primeras interpretaciones de calidad que se conocen y, posiblemente, una de las más recordadas, fue la registrada, en 1958, por Nada Mamula. En aquella ocasión, Sa Igmana abría el sencillo (Jugoton) que completaba Razbolje se srce moje. La referencia es histórica porque, además de que ambas creaciones lleven la firma de Petković, es el propio acordeonista quien se encarga de la instrumentación, compartiendo acordeón con Ismet Alajbegović Šerbo, con quien formó uno de los dúos más solicitados y respetados de aquellas décadas. No obstante, nosotros nos hemos fijado en la revisión que grabó Muhamed Mujkanović, cantante bosnio nacido en Tuzla en 1941, y que a principios de los 60 ya andaba metido en cuestiones musicales. A lo largo de su dilatada carrera trabajó con sellos como Beograd DiskDiskoton Jugoton, e incluso llegó a firmar la música de algunos de sus temas. Nuestro Sa Igmana pogledat’ je lijepo lo incluyó en el elepé homónimo editado por Diskoton en 1982, integrado por clásicos del género, además de dos temas con autor reconocido: el que nos ocupa, y Tebi, majko, misli lete, de Šerbo y Nikola Škrba. Según rezan los créditos, el propio Jovica se encarga de liderar la orquesta de la radiotelevisión de Sarajevo, y la producción corre a cargo de su hermano Ratomir, acompañado de Risto Svirkov.

El joven Muhamed

Como el lector podrá comprobar, el acordeón juega una importancia supina en esta ejecución. Marca, nervioso, el inicio; mantiene el tipo, acompañado del violín, tras el componente vocal, y se convierte en colchón para las transiciones instrumentales (la primera, a base de clarinete, y, la segunda, tirando de cuerda). Muhamed, por su parte, no se sale del guión. Su registro respeta los cánones más tradicionales, y se circunscribe en esa escuela arrolladora impulsada por Safet Isović a partir de la segunda mitad de 1970. Recio, subido de decibelios. No es para menos, ya que nos encontramos ante otra de esas piezas de exaltación folclórico-patriótica a partir del recurso de la naturaleza y el medio ambiente, cuya máxima representante vendría a ser la ya apuntada Da sam ptica.

Muhamed, más maduro y asustado

En este caso, la protagonista es una de las cimas más populares de los alrededores de Sarajevo: el monte Igman; todo un símbolo para los bosnios, tanto por su condición de destino turístico y de recreo, como por haberse convertido en uno de los centros neurálgicos de los Juegos Olímpicos de 1984, o una de las pocas vías de comunicación con el exterior durante el sitio de Sarajevo. Así pues, nuestra canción se inicia con un: «Qué hermosa es la vista desde el Igman, donde Bosnia se extiende a lo lejos«, y se cierra con un orgulloso: «¡Qué bella eres cuando la niebla te rocía! ¡Toda Bosnia está orgullosa de ti!«. En cuanto a otras interpretaciones, muchas de las figuras conocidas del género, sea cual sea su nivel, han venido frecuentándola, en mil y un formatos. De Sejo Pitić a Radmila Jagodić, pasando por Beba SelimovićVida PavlovićHamid Ragipović BeskoLjubica BerakHanka Paldum o Marinko Rokvić.

Deja un comentario