Por César Campoy.
Oriundo de Janja, en la zona de Bijeljina, hijo de Mula-Alija Sadiković, destacado científico, docente, políglota, traductor y poeta bosnio, Mustafa Dželil Sadiković (1894-1977) heredó de su padre la buena pluma y destacó, entre otras creaciones, por su colección de rimas titulada Sevdah i suze, publicada en 1930 y que, más de medio siglo después, inspiraría el título de uno de los discos más recomendables del maestro Himzo Polovina. Aquella compilación de textos reúne una destacada selección de poemas, convertidas algunas de ellas en sevadlinkas, entre las que se encuentran Nekad cvale b’jele ruže (registrada, sin ir más lejos, por el pionero Edo Ljubić, en 1941), así como nuestra Šta bi bila đuzel-đula, pieza de título confuso, ya que también puede ser localizada a través de la forma Šta bi bilo s đuzel-đula.
De aquella tonada, recreada por los más grandes, eso sí, se conocen innumerables grabaciones (sobre todo, para los archivos de diferentes emisoras), pero muy pocas de ellas editadas oficialmente. De hecho resulta harto complicado concretar, tanto el año, como la orquesta (posiblemente, de Zagreb) que participa en la maravillosa revisión que hemos seleccionado, a cargo de Rejhana Osmančević, una de las voces menos conocidas del universo Sevdah, pero que más energía y sensibilidad es capaz de brindar. Como el lector ya sabrá, por otras entradas de este volumen, la artista publicó un par de epés memorables a mediados de los 60 del siglo pasado para, acto seguido, trasladarse a Zagreb y retirarse de los escenarios para centrarse en su familia. Cuando decidió retornar al mundillo musical, a principios de los 70, era demasiado tarde.
Existen varios textos en torno a esta tonada, que podríamos traducir al castellano como ¿Qué hubiera pasado, bella joven? Todas ellas difieren en poco; sobre todo, en la primera estrofa. La que se atribuye a Sadiković comenzaría con un «Šta bi bilo s đuzel-đula da mu nije biser rose? Šta Nurkino altun čelo da joj nije kesten kose? Šta Vilkine crne oči da im nije alem sjaja?«. Sin duda alguna, la pieza estaría ambientada en la localidad en la cual nació y se crió el autor ya que, por lo visto, la Nurka con la que nos topamos era la hija de Hasan-beg Pašić, de Bijeljina y, Vilka, la de Haki-beg Pašić. En otros tratados, así como en la versión interpretada por Rejhana, toda referencia a nombres propios es eliminada: «Šta bi bila đuzel-đula, da joj nije biser rose? Šta bi dragom alkan čelo, da mu nije kesten kose? Šta bi bile usne rujne, da im nije alem sjaja?«. A grandes rasgos, plantea una especie de hipótesis en torno a qué podría haber sucedido con la vida de cualquiera, si no hubiera conocido a su media naranja y no hubiera podido amarla. Lo que sí está claro es que, en su línea habitual, la Osmančević se marca una interpretación de infarto. Ese registro tan personal como místico es capaz de penetrar en lo más profundo del alma del oyente. Es cierto que, en esta ocasión, la festiva introducción, a base de tamburica, y la línea melódica que proponen los instrumentos, están alejadas de otras piezas ejecutadas por Rejhana, mucho más próximas a la levitación espiritual. No obstante, la cantante va brindando sus frases con una seguridad pasmosa, basada en unos ejercicios de respiración asombrosos.
Es, bajo nuestro punto de vista, una de las versiones más intensas que conocemos de Šta bi bila đuzel-đula. A su altura, posiblemente, la de Nada Mamula; aquella publicada por Predrag Gojković Cune en su exitoso epé de 1962, Kafu mi, draga, ispeci, o una registrada por Safet Isović, allá por los 60, junto a la Narodni Orkestar de Radio Belgrado. Si se han quedado con ganas no tienen más que buscar las llevadas a cabo por Jozo Kristić, Vukašin Jevtić (estas dos, también, de las primeras que se conocen), Zekerijah Đezić, Kadira Čano, Anđelija Milić o Zumra Mulalić.


