Por César Campoy.
Cuando el epé de Predrag Gojković Cune, liderado Kafu mi, draga, ispeci, fue publicado por PGP RTB en 1962, todas las miradas y todos los oídos se dirigieron, sin remisión, a la pieza que abría el vinilo. De hecho, aquella referencia pasó a la historia como una de las más vendidas, hasta ese momento, en la historia discográfica de Yugoslavia. La pasión que despertó aquella interpretación del Kafu mi, draga, ispeci que, en poco tiempo, pasó a formar parte del imaginario cultural del país, fue abrumadora, como explicamos, en estas mismas páginas, en el apartado correspondiente.
No obstante, resultaría injusto obviar el resto de criaturas que integraban aquel trabajo; sobre todo, una preciosa Ali-paša na Hercegovini, que el aficionado al género reconocerá, de inmediato, debido a esa introducción instrumental tan típica y recurrente en el devenir histórico del universo Sevdah. Cuando se edita aquel epé, Predrag venía de triunfar con su vertiente hispana, a partir de sonadas adaptaciones, al serbocroata, de composiciones como Violetera (Prodavačica ljubičica) o Ay, Jalisco (Halisko). Esta corriente seguirá frecuentándola, aunque combinándola con piezas que bebían, también, de la tradición de su tierra. En muchas ocasiones, como en la que nos ocupa, lo hizo con el apoyo de Žarko Milanović y su orquesta, en la que militaron, entre otros,Asen Todorov, Duško Jovanović, Mile Paunović y Slobodan Nikitović. Todos ellos contribuyeron a que buena parte de la población yugoslava considerara Ali-paša na Hercegovini como un tema unido, para siempre, a Cune. No obstante, no fue él el primero en registrarla, ya que existen documentos sonoros que demuestran que fue la pionera Sofka Nikolić, en las primeras décadas del siglo XX, la encargada de grabar una magnífica y anárquica versión.
El texto, cuyo título podríamos traducir como En Herzegovina vivía Ali-paša, nos traslada a la época del dominio otomano en territorio balcánico. El protagonista de la narración podría ser Ali-paša Rizvanbegović-Stočević, que vivió entre los años 1783 y 1851, y ejerció como representante del imperio, precisamente, en la zona de Herzegovina. De hecho, el mandamás había nacido en Stolac. Eso sí, su lealtad hacia Estambul fue total, incluso durante los levantamientos producidos en Bosnia en 1831. Lo cierto es que hemos de suponer que Ali-paša (por supuesto, musulmán), tenía una relación con Mara, una cristiana que, según la letra de la canción, residía en Bišće. Los dos sufrían lo indecible separados, así que él, desesperado, decide escribirle una carta a ella: «Querida Mara, ¿serías mi esposa?«. La respuesta de la mujer, además de cerrar esta tonada por todo lo alto, evidencia la dificultad que podría existir en aquella época, a la hora de establecer relaciones íntimas entre personas de diferente clase social o religión. Este es un ejemplo más de la importancia jugada por las sevdalinkas a la hora de exponer o, incluso, denunciar, aspectos discutibles de la tradición y, por qué no, del papel jugado por la mujer que buscaba escapar de una sociedad que coartaba su libertad. Son incontables las canciones del género que abordan temas basados en los abusos de poder y las injusticias y contradicciones que emanan de la costumbre. El caso es que, como apuntábamos, la contestación de Mara es más que inquietante: «Si pidieras mi mano, no me casaría contigo, pero, si te casas con otra, ¡me envenenaré!«. Tal era la situación de buena parte de la población femenina en aquella época, inmersa en la rutina propiciada por un entorno eminentemente patriarcal.
Todo este maremagno queda resumido en cuatro pequeñas estrofas que, como apuntábamos al principio, son servidas tras una introducción instrumental bastante frecuentada en el universo Sevdah. La orquesta de Žarko Milanović, eso sí, apenas molesta, consciente de lo excepcional del registro de un Cune que va modulando, sin apenas despeinarse, esa personalísima voz que siempre tendió a lo agudo y aterciopelado. Predrag narra de manera reposada y elegante, y tan solo se ve interrumpido por un par de cortas transiciones a lo largo de los casi cuatro minutos que dura la pieza.
En cuanto a otras interpretaciones, aparte de las apuntadas, otra de las más tempranas corrió a cargo de Anica Jocić, aunque nosotros estimamos que fue la realizada por Himzo Polovina a finales de los 70 del siglo XX, e incluida en su elepé Kliknu vila sa vrha porima (Jugoton, 1979), una de las más sentidas y recomendables. Casi seis minutos de paz y tranquilidad para rendir homenaje a una canción que, ya en la nueva centuria, ha sido mimada por formaciones como Mostar Sevdah Reunion (de manera austera, pero efectiva, en su Cafe Sevdah de 2007) o Divanhana (su Dert de 2011), con la colaboración de Vanja Muhović.



