Por César Campoy.
Antiquísima joya de la tradición regional, son varias las fuentes que sitúan los orígenes de Ja zagrizoh šareniku jabuku en la zona del Sandžak. Que siempre gozó de contrastada popularidad lo confirman primerizas grabaciones de voces pioneras, de espíritu lírico, como las de Vuka Šeherović (de la cual se conserva una pista con casi idéntica letra, pero diferente melodía) o Anđelija Milić, que la registró (en compañía de la Narodni Orkestar Carevac) bajo la variante Ja zagrizoh zelenu jabuku, también frecuentada por artistas como Nada Mamula. No obstante, posiblemente, esta pieza haya pasado a la historia por haber formado parte de una de las primeras referencias sonoras realizadas por Zaim Imamović. Apenas cinco años después de tomar las riendas de aquella nueva Radio Sarajevo, cuna de la sevdalinka moderna, el artista, con el apoyo de Jugoton, entraba en el estudio, en compañía de su fiel Ismet Alajbegović Šerbo, para construir un sencillo histórico (en formato shellac, a 78 RPM) que encabezaba Evo srcu mom radosti.
Fue la primera de las, al menos, tres revisiones que se marcó este pilar indiscutible de la sevdalinka que, en la ejecución que nos ocupa, muestra claramente la sencillez estructural de una canción agarrada a ocho compases que apenas suponen dificultad para el músico. De las tres, esta es la revisión menos elaborada que interpretó Zaim. Sin duda, tanto él (contaba unos 30 años) como Ismet (que tenía en torno a 25) todavía no estaban familiarizados al completo con unas técnicas (las discográficas) que, en apenas un lustro, ya dominarían a la perfección. Si el oyente atiende, incluso parece que el acordeonista acaricie su instrumento con cierto temor. Imamović, por su parte, canta sin prisa, mostrando, una a una, las poco más de 30 notas que componen el tema. No era para menos: Estaban cimentando las bases de un género renovado, y la responsabilidad era mucha.
Este Ja zagrizoh šareniku jabuku, cuyo título podríamos traducir en castellano como Mordí una colorida manzana, tiene su miga. Quien ha hincado el diente a la fruta sigue afirmando, orgulloso que besó a Esmer, una joven encantadora. El afortunado, ansioso por alardear de su hazaña continúa: «¡Cuánta es la belleza de la colorida manzana! ¡Pero la encantadora Esmer es todavía más hermosa! Ay, niña, mi dulce dulcecita, ¿quién te puso ese nombre?«. Ya crecido, nuestro mozalbete sigue inquiriendo a su pretendida: «¿Eres melek o una houri de la Yanna? ¿O tu madre te dio a luz junto a la Yanna?«. Aclaremos que melek vendría a ser sinónimo de ángel, mientras que la Yanna (en árabe, jardín) es el paraíso islámico, y las houris, las doncellas celestiales que, según el Corán, allí habitan. La chica, ni corta ni perezosa, dice la suya sin despeinarse, aunque tampoco complicándose en exceso la vida: «Ni soy melek, ni una houri de la Yanna, ni mi madre me dio a luz junto a la Yanna«.
Como era de prever, la letra planteada varia en función del intérprete (por ejemplo, a la hora de mencionar conceptos como el de melek). Además, no todos ellos abordan el texto completo. De hecho, el propio Zaim, como muchos otros, se queda en la tercera estrofa, mientras que, por ejemplo, Safet Isović llega hasta la cuarta, y Himzo Polovina o Nada Mamula, hasta la quinta; es decir, incluyen la respuesta de la doncella. Eso sí, es difícil encontrar alguien que finiquite la obra con una última frase que aparece en algunos escritos y que añade: «Sino que mi madre me llevaba bajo el corazón«.
Por otra parte, ya hemos apuntado algunas de las leyendas que, a lo largo de la historia, han rendido homenaje a Ja zagrizoh šareniku jabuku. Una de las interpretaciones más bellas la realizó el mencionado Polovina en su celebérrimo elepé Kradem ti se u večeri (Jugoton, 1976), ayudado por los arreglos de Spaso Berak y la producción de Blagoje Košanin. Tres años antes, junto a la orquesta de tamburicas de Radio Sarajevo ya había entregado una joya para sus archivos. Posteriormente, a todos estos nombres se fueron uniendo Rašid Hadžić, el propio Nedžad Imamović, Zora Dubljević, Nedeljko Bilkić, Beba Selimović, Milan Babić, Husein Kurtagić o, más recientemente, los Mostar Sevdah Reunion de Nedeljko Kovačević e Ilijaz Delić, Zanin Berbić o el mismísimo Branimir Štulić.



